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La Ruta de don Quijote

María Rodríguez Rivalde y María de Quiñones, las dos mujeres desconocidas que sacaron adelante la primera edición del Quijote

Juan de la Cuesta, que ha pasado a la HIstoria por aparecer en la portada del Quijote, solo era el marido de María de Quiñones

La Historia en Ruta. Ruta de don Quijote. Mujeres en Ruta

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La siguiente parada en nuestra ruta del Quijote es Madrid, que ha sido testigo de un montón de episodios de la vida de Cervantes.

En Madrid, Cervantes estudió con un señor que se llamaba Juan López de Hoyos.

En Madrid, Cervantes tuvo una aventura con una mujer casada, Ana Franca de Rojas, con la que tuvo una Cervantita llamada Isabel, su única hija.

En Madrid murió Cervantes, en una casa que ya no se conserva, en Madrid está enterrado, en algún lugar del convento de las Trinitarias Descalzas.

Y en Madrid, Cervantes conoció a dos de las mujeres más interesantes del Siglo de Oro, las dos Marías, María Rodríguez Rivalde y María de Quiñones, que fueron dos de las mujeres más interesantes y desconocidas del Siglo de Oro.

En 1585 María Rodríguez, se viene a Madrid con su marido, Pedro Madrigal, a probar fortuna como impresores. Se compran una casita en la calle Atocha, 85, y allí mismo se montan una imprenta.

Cuando Pedro Madrigal muere en 1594, a María Rodríguez, la viuda, se le cae el mundo encima. Porque, en el Siglo de Oro, no se concibe que una mujer viva sola. Una mujer siempre necesita la tutela de un hombre.

Por si fuera poco, la mujer tiene prohibido llevar un negocio o ejercer un oficio. La mujer está tan al margen de la cultura, que ni siquiera está bien visto que sepa leer.

Así las cosas, si quiere sacar la imprenta adelante, María Rodríguez tiene que casarse otra vez. Lo hace, y, en menos que canta un gorrión colorao, vuelve a quedarse viuda.

Como se queda sola otra vez, el negocio pasa a manos de otro hombre: su hijo, Pedro. Aquí aparece la segunda María, la de Quiñones, que se casa con Pedro, se inicia en el mundo de la imprenta, y se le da fenomenal.

El nuevo giro en el guion es previsible: a Pedro Madrigal hijo le da por morirse. Así que las dos Marías están viudas y sin un hombre a la vista que les lleve el negocio.

Fíjate como son las cosas en esta época. Como son mujeres, las Marías no pueden gestionar su negocio, no pueden comprar material, ni pueden firmar los libros que imprimen. Nada de nada.

Para poder seguir adelante con el negocio, María de Quiñones se tiene que casar otra vez. Y se fija en Juan de la Cuesta, un oficial de la imprenta, que, de la noche a la mañana, por vía matrimonial, se convierte en propietario del negocio, en el tipo que pone su nombre a los libros que imprimen. Aunque las que de verdad manejan el cotarro sigan siendo las Marías, María Rodríguez y María de Quiñones.

En esas estamos, cuando Cervantes aparece por allí para encargar la edición del Quijote. Es bastante probable que con quien lidia Cervantes es con las Marías, y no con Juan. Entre otras cosas porque Juan de la Cuesta está más interesado en las mujeres, el vino y el juego que en el negocio familiar. Y, sin embargo, el que aparece en el Quijote es Juan de la Cuesta. Así se ha escrito la Historia de las mujeres...

Un buen día, María de Quiñones se queda embarazada y Juan de la Cuesta desaparece. Se va por patas. Y aquí vienen nuevos problemas. Como María de Quiñones sigue legalmente casada, la ley no permite a las Marías gestionar su imprenta ni su patrimonio, porque son del marido; son de Juan de la Cuesta. Ni siquiera pueden cobrar las deudas pendientes con la imprenta. Pero, eso sí, las deudas que ha dejado Juan de la Cuesta sí que tienen que pagarlas. Así eran las reglas del juego para las mujeres.

Y así están las cosas, hasta que un buen día, las Marías aparecen con un documento por el que Juan de la Cuesta les da amplios poderes a las dos para hacerse cargo de la imprenta. Por fin pueden cobrar lo que se les debe. Eso sí, las Marías siguen firmando con el nombre de Juan de la Cuesta.

En 1627, cuando muere María Rodríguez, María de Quiñones queda al frente de la imprenta. Y, cinco años más tarde, por fin, puede firmar los trabajos que salen de su taller.

De la imprenta de María de Quiñones salieron varias obras de Lope de Vega, de Calderón de la Barca o de Tirso de Molina. Y eso que hay quien dice que María de Quiñones no sabía leer.

Analfabeta o no, como ves, María tiene talento para dirigir y dar continuidad a una de las imprentas mas importantes del Siglo de Oro.

Y este es nuestro homenaje a dos de las mujeres más importantes y desconocidas de nuestra historia.

 
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