¿Gilipollas radiactivos?

Madrid

La emisión y el éxito de la serie de HBO Chernobyl han provocado una ola de turismo en la Zona de Exlusión en donde se produjo la tragedia. Era de prever. Y en el paquete están llegando numerosos influencers, de nacionalidades diversas, que no tienen ningún remilgo en fabricar poses diversas para disfrute de sus seguidores en Instagram, fingiendo la agonía radiactiva o mostrando un desnudo a mayor gloria de la modelo. No son las imágenes de “yo he estado allí”, son las fotos de “yo he estado haciendo el tonto allí”.

El fenómeno se ha extendido a tal velocidad que hasta el productor y guionista de la serie, Craig Mazin, ha tenido que terciar en las redes reclamando el respeto debido al lugar en el que ocurrió una terrible tragedia y a quienes la sufrieron o se sacrificaron para mitigarla. Parece mentira que a estas alturas haya que llamar la atención sobre lo evidente, que no se debe trivializar la muerte ni banalizar la tragedia, que el marco congelado de una catástrofe no puede convertirse en mero decorado para ensayar poses, que la memoria de las víctimas permanece intacta en personas que considerarán cada imagen como un vómito y cada “me gusta” como una macabra recompensa que huele a muerte. Les mandaríamos a tomar divertidas fotos en el funeral de sus padres, pero como serían capaces, tampoco queremos darles ideas.