De Buenas a PrimerasUn mal día lo tiene cualquiera
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Un mal día lo tiene cualquiera

Un castigo desproporcionado

El otro día estaba yo fregando platos y me pasó eso tan desagradable de coger un cuchillo, que se te resbale de la mano y te acabe haciendo un cortecito en un dedo. El típico cortecito en un dedo que parece poca cosa pero duele de una manera bastante desproporcionada. Y me siento mal por quejarme de esta chorrada cuando pienso en lo que tuvo que aguantar nuestro protagonista de hoy

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El 23 de agosto de 1305, William Wallace fue ejecutado por alta traición a un rey al que nunca había prometido lealtad. Cuando Eduardo I de Inglaterra arrebató el trono de Escocia a Juan I de Escocia, allá por 1296, Wallace reunió a unos cuantos valientes para luchar contra los vecinos del sur. La leyenda del coraje y el genio militar de Wallace comenzó entonces, tras vencer varias veces a los ingleses, a pesar de la inferioridad numérica. Wallace fue nombrado caballero y guardián del reino de Juan I, al que muchos escoceses todavía consideraban rey legítimo.

Un castigo desproporcionado

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Pero el rey Eduardo de Inglaterra no iba a renunciar a ese trono tan fácilmente. En 1298 invadió Escocia y sus fuerzas aplastaron a las de Wallace. Aunque no consiguió arreglar la situación, sí consiguió arruinar la reputación militar del héroe escocés.

Nada se supo de Wallace durante varios años, pero sí sabemos que nunca abandonó su causa. Y, aunque la mayoría de los nobles acabó reconociendo a Eduardo I como rey, éste no dejó de buscar a Wallace hasta que lo encontró, en 1305. El antiguo líder de la resistencia fue arrestado cerca de Glasgow, y el 23 de agosto protagonizó una de las ejecuciones más espeluznantes jamás escritas. Primero lo desnudaron e hicieron que un caballo lo arrastrase por los talones por las calles de Londres; durante el trayecto, la gente con la que se cruzaba le tiraba excrementos, basura, le golpeaban y le decían de todo menos guapo. Después fue ahorcado pero lo justo para no matarlo.

Luego comenzó la carnicería: el verdugo lo emasculó, es decir, le cortó el pene y los testículos, para, a continuación, sacarle los intestinos y quemarlos ante sus ojos. Por si esto no era suficiente, el desdichado Wallace le arrancaron el corazón y lo mostraron a los londinenses. Para terminar la macabra fiesta, el cuerpo mutiladísimo de Wallace fue decapitado y dividido en cuatro partes, que se expusieron por la ciudad como muestra del poder del rey y del castigo por cometer alta traición. Este fue el final de William Wallace, y tengo que decir que, aunque se me han quitado las ganas de desayunar, el corte del dedo ya no me duele tanto.

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