La Ibiza desconocida: mujeres expoliadas después de la Guerra Civil
Muchas familias tuvieron que esconder sus emprendadas, las joyas típicas payesas, y no pudieron recuperarlas hasta años después
Madrid
Hay historias que no aparecen en las crónicas o que no se estudian en las escuelas, pero no por eso dejan de ser extra-ordinarias. Esta semana, como despedida, Noemí López Trujillo, periodista de Newtral, nos acerca una parte de la tradición de Ibiza. Hablamos de las emprendadas, las joyas que acompañan al traje payés.
La Ibiza desconocida: mujeres expoliadas después de la Guerra Civil
14:58
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000005691355/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Se trata de un conjunto de collares y anillos de oro, plata o coral, que como nos cuenta María Roselló, una de las mujeres ibicencas que tiene emprendada, “era un dote familiar”. También explica que el valor que tienen es más que sentimental que económico. “Se sigue guardando y nadie quiere desprenderse de una cosa familiar como esta”, porque se trata de una herencia que pasa de generación en generación.
Cuando acabó la Guerra Civil, los falangistas fueron casa por casa recolectando las emprendadas que tenía cada familia. Las que conseguían las machacaban o fundían para cambiar el oro por armas. Para evitar ese desenlace, muchas mujeres las ocultaron y no se atrevieron a sacarlas hasta muchos años después.
Oti Corona estaba estudiando la evolución del baile payés, y descubrió estas historias casi por casualidad. “De forma espontánea las mujeres me empezaron a contar cómo las escondían”, dice. A raíz de eso decidió escribir una novela, Emprendades, con la que ganó el Premi de Narrativa Ciutat d’Eivissa 2018. En ella “aparecen varias historias de emprendadas que sí que me han explicado en realidad, y luego el resto es una aventura ficcionada”.
Detrás de cada familia hay una historia relacionada con estas joyas. María narra que en su caso tuvieron que enterrarlas por el bosque. Margalida Bonet cuenta que en su casa había una enterrada en la cocina, dentro de una olla, o que conoció a alguien que encontró un paquete con emprendadas al hacer limpieza en un corral de animales.
A Oti le parece que “todas las historias impactan porque la forma que tienen las mujeres de hablar de su emprendada hace que te emociones, porque están hablando de una joya que han heredado y tiene mucho valor sentimental”, pero se acuerda especialmente de aquella mujer que desenterró la que su madre había escondido bajo un almendro. O la de una señora que le explicó “que todavía guardaban en su casa un recibo que le habían dado a su abuela cuando entregó su emprendada prometiéndole que algún día le pagarían el dinero en metálico, pero nunca recuperaron nada”.
Para la autora de Emprendades, “transmite mucha emoción el hecho de la joya familiar escondida, que coincidiese con estos años oscuros de la guerra y que luego cuando parecía que el país empezaba a flotar de nuevo volvieran a salir. Esa dualidad entre las joyas y las armas”.
Aunque “durante muchos años no se lucieron emprendadas en Ibiza, porque las mujeres tenían miedo de sacarlas”, ahora sí que se lucen en los bailes payeses. Gracias a los testimonios de quienes lucharon por conservarlas podemos reconstruir una pequeña parte de nuestra historia y del folclore ibicenco.