La última carrera de Ben Johnson
Un día como hoy pero 1988, el atleta jamaicano batió el récord del mundo durante los Juegos Olímpicos de Seúl, justo unos días antes de que lo descalificaran por dopaje
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A todos nos gusta ver cómo un favorito es derrotado. Y en los años 80 poca gente había más favorita que Carl Lewis, en cualquiera de las disciplinas atléticas que practicaba.
Lewis era un tipo carismático, inteligente, de clase media y muy contento con su condición de estrella indiscutible del atletismo mundial. Así que cuando se encontró con un rival llamado Ben Johnson, un emigrante de Jamaica, pobre, torpe con los medios y de mirada huidiza, muchos no se pudieron resistir a la idea de ver al gigante Lewis cayendo de su pedestal. O mejor dicho, de lo más alto del podio.
Además, Johnson había emigrado a Canadá, mientras que Lewis era un símbolo del poderío yanqui. También era un símbolo de su chulería, particularmente en los Juegos Olímpicos de Los Angeles, en 1984, cuando ganó cuatro medallas de oro, igualando al legendario Jesse Owens. Allí Ben Johnson, con su timidez y su tartamudeo, solo pudo hacerse con dos medallas de bronce.
Poca gente, y menos Lewis, podían imaginar lo que sucedió en los Campeonatos del Mundo de Roma 1987: Johnson se hizo con el oro en los 100 metros y batió el récord del mundo. Aún así, el 24 de septiembre de 1988, en los Juegos Olímpicos de Seúl, nadie se podía esperar lo que hizo Johnson: pulverizó el récord del mundo ante la mirada estupefacta de su gran rival.
Podríais pensar que el mal día lo tuvo el americano, pero en realidad lo fue para Johnson, porque su momento de gloria fue también el principio del fin. Su gloria duró 62 horas, el tiempo que tardó en descubrirse su dopaje y hacerse pública su descalificación. Y esto no solo afectó su victoria en Corea; pronto quedó claro que llevaba dopándose prácticamente toda su carrera. Nunca mejor dicho. Pero, por mucho que fuese un tramposo, a muchos nos dolió ver como era borrado de la historia del atletismo.