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La resiliencia de las mujeres malienses frente a la sequía

Janeth Aguirre lleva quince años en Malí, donde trabaja con las mujeres, que "representan una fuerza incomparable de esperanza y trabajo" frente a las amenazas del cambio climático

Punto de Fuga: "Otros virus más letales" (01/02/2020)

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Mali es uno de los países africanos que más está sufriendo el impacto del cambio climático. Desde allí viene Janeth Aguirre, misionera de Manos Unidas, que nos detalla cómo ha cambiado la vida de los malienses y los problemas sociales asociados al calentamiento global.

En los quince años que lleva allí, Janeth ha visto como cada vez es mayor el tiempo de sequía. “Antes encontrábamos huertos en los patios de las casas que eran regados con pozos artesanales que construía la misma gente a una profundidad de entre cinco y diez hasta treinta metros. Ahora esos pozos se secan si no hay lluvia”. Las mujeres, cuenta, no tienen agua y eso las obliga a irse a la orilla del rio a cultivar, en un país en el que la agricultura es la base de la economía.

“Hay un movimiento de población femenina que tiene que caminar muchos kilómetros desde sus poblados hasta la orilla del rio o donde haya pequeños asentamientos de agua, caminar kilómetros y kilómetros para poder encontrar agua y sembrar”, lamenta la misionera. Siendo tantas las mujeres que deben cultivar a diario, el espacio es demasiado reducido, asegura.

El peligro de esta situación es que se presta a los conflictos. Janeth asegura que “generalmente viene un nombre y dice: ‘vamos a organizar esto, páguenme 2.000 o 5.000 francos mensuales’ y claro, empieza crearse una especie de mafia donde el hombre la maneja y la situación de la mujer, que siempre ha estado muy relegada y condicionada a la autoridad del hombre, se complica mucho más”.

Pero este no es el único peligro al que se enfrentan estas mujeres que tienen que recorrer tanto camino para cultivar. Una mujer en Mali, con una media de seis hijos, camina kilómetros con sus hijos sin comida. “Los niños caen en un grado enorme de desnutrición, el agua que encuentran está contaminada, entonces es todo un ciclo muy triste en el que ellas entran y entran sus hijos”, explica la misionera.

El principal retroceso por causa del cambio climático es el aumento de la desnutrición. Desde que no hay agua en los poblados, un 70% de las mujeres embarazadas y los niños que acuden al médico presentan un alto grado de desnutrición. El hambre provoca además tensiones por la falta de tierras cultivables y se generan episodios de violencia.

A partir de la desnutrición, quedan expuestos a enfermedades como problemas de crecimiento, de desarrollo y faltan al colegio. A partir de los ocho años las niñas pueden ayudar a sus madres a cultivar y dejan de ir a la escuela. Los niños van más al colegio, pero por las tardes deben ayudar y no tienen tiempo para estudiar.

“Hay que hacer llorar la tierra”, eso es lo que dicen los malienses, según explica Janeth. Para ello deben profundizar los pozos para que en los poblados vuelva a haber agua y se recupere el ciclo normal.

Según la misionera, no todas allí comprenden que lo que les está ocurriendo es consecuencia del cambio climático. “Están en una cultura muy simple en la que lo que pasa se lo atribuyen a Dios o a efectos mágicos”. Por eso cree que es necesario hacer con ellos un proceso de formación “desde lo que ellos son y lo que ellos viven” porque, “cuando logran entender que pueden hacer algo por ellos mismos, sobre todo las mujeres, son capaces de transformar su vida y la de su familia”.

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