La política a examen
Los ciudadanos, asustados y preocupados, no ven esta crisis del coronavirus con la camiseta del partido al que votan puesta mañana, tarde y noche. Si la política estuviera a la altura, la sesión del parlamento de hoy sería extraordinaria: se discutiría pero emanaría un mensaje compartido de esperanza y ánimo
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Madrid
La política se la está jugando y no sé si es muy consciente de ello. Asustados, preocupadísimos y con bastante tiempo para pensar, los ciudadanos somos en el confinamiento una clientela política mucho más exigente y mucho menos distraída que de ordinario. Los asuntos que están sobre la mesa son literalmente de vida o muerte, de supervivencia o subsistencia, de recuperación o ruina y, por tanto, la ciudadanía tiene todas las alertas activadas y todos los sensores personales y colectivos encendidos. Nuestros políticos lo saben, claro está.
La política a examen
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Pero me da la impresión de que algunos están interpretando de forma equivocada esa circunstancia. Creen que esa hipersensibilidad hace a los ciudadanos más receptivos a sus demagogias y que cargando la suerte aprietan las filas de sus seguidores. Craso error. Aprietan sí las filas de sus hooligans, de los fervorosos radicales de votos perpetuos que cada formación tiene, que son muchos, pero que son una minoría.
Para la inmensa mayoría, ante un drama de este calibre, la parcialidad se disuelve como un azucarillo. Hay que haber perdido conciencia de la realidad para creer que la sociedad está viviendo este problema vestida con la camiseta del partido político al que vota o con el que simpatiza. Si estuviera a la altura de esa excepcional doliente, la sesión de hoy en el Parlamento tendría un carácter acorde con el momento, es decir, extraordinario. En ella podrían manifestarse todas las discrepancias que fueran menester, naturalmente, pero de ella debería salir un mensaje conjunto, de esperanza de confianza en el futuro, de voluntad de trabajar juntos. Las facturas de la guerra, cuando acabe la guerra.
Si como me temo no es así nuestra política puede ser una víctima más del coronavirus y todos nosotros quedamos condenados a vivirla en la peor de las disyuntivas: o bien con la polarización exacervada al máximo o dándole la espalda en masa.
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