Spencer Perceval, un precedente que nadie querría repetir

Dentro de las razones por las que puedas pasar a la historia como líder de un país, puedes hacerlo como alguien que supo estar a la altura del cargo o ser recordado como alguien que ayudó a que sus conciudadanos vivieran aún peor. Claro que también hay la opción de ser olvidado con el paso del tiempo. Y luego está la opción que nos ocupa hoy, ser recordado sobre todo por algo trágico.

Spencer Perceval había entrado tarde en el mundo de la política, pero su ascenso fue muy rápido. En 1796 entró en el parlamento británico, en una de las épocas más convulsas y llena de conflictos bélicos de su historia. Entre 1793 y 1815, el país estuvo en un estado de guerra casi permanente contra Francia. Así que cuando Perceval llegó a ocupar el cargo de primer ministro en 1809 no lo hizo para encontrarse con un panorama de paz y tranquilidad.

Además de tener que lidiar con las guerras contra Napoleón, tuvo que hacer frente a los conflictos derivados de la industrialización del país y al problema de tener un monarca, Jorge III, que sufría de episodios de enfermedad mental, Pero supo hacer frente a todos estos problemas con éxito, además de convencer al parlamento de la necesidad de llevar la guerra contra Napoleón a España. Pero el 11 de mayo de 1812, Spencer Perceval sufrió lo que, a día de hoy, no ha sufrido ningún otro primer ministro británico. Iba a entrar en la Cámara de los Comunes cuando un mercader llamado John Bellingham le disparó en el pecho.

Bellingham estaba convencido de que el gobierno le debía una compensación por haber sido injustamente encarcelado en Rusia, y al no recibirla, decidió que se la cobraría con sangre. Perceval murió a los pocos minutos, dejando a su mujer viuda con 12 hijos. Bellingham fue ejecutado una semana más tarde, inconsciente de que, 200 años más tarde, seguiría siendo el único asesino de un primer ministro británico.