Liarte a martillazos con una de las mayores obras de arte del Vaticano
Un australiano de 33 años llamado Laszlo Toth se lió a martillazos con una de las obras maestras de Miguel Ángel: la espectacular escultura de la Piedad

Liarse a martillazos con una de las mayores obras de arte del Vaticano
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
El 21 de mayo de 1972 fue un mal día para los amantes del arte; concretamente, para los que estaban visitando la basílica de San Pedro del Vaticano, en Roma. Y es que, ese día, un australiano de 33 años llamado Laszlo Toth se lió a martillazos con una de las obras maestras de Miguel Ángel: la espectacular escultura de la Piedad.
Como es habitual en domingo, una multitud se congregaba en el entorno de San Pedro para recibir la bendición del papa Pablo VI a las doce del mediodía. Pero el ambiente solemne del lugar quedó turbado cuando, a las once y media, cientos de peregrinos y turistas observaron con horror cómo un hombre pelirrojo y con barba trepaba hasta el altar donde la Piedad estaba expuesta, sacaba un martillo de su abrigo y comenzaba a golpear el mármol al grito de “Yo soy Jesucristo, resucitado de entre los muertos”.
Los guardias de seguridad apresaron a Laszlo Toth inmediatamente, pero el daño ya estaba hecho: el brazo izquierdo de la Madonna había quedado hecho añicos, y su nariz, su ojo izquierdo y el velo que le cubre la cabeza sufrieron también graves daños. La restauración, afirmaron los expertos, sería muy complicada. Cuando el papa fue informado del suceso, fue a inspeccionar la escultura y declaró que el ataque comportaba “graves daños morales”.
Pablo VI bendijo a la multitud que se había juntado alrededor de la escultura e hizo colocar ante ella, tras ser cubierta con una tela, un ramo de rosas en señal de duelo. Ante su evidente desequilibrio mental, Laszlo Toth nunca fue denunciado por su crimen. Eso sí: se pasó dos años en un psiquiátrico y después fue deportado a Australia.




