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La política del heavy metal

"Les llamaban hooligans, aunque también se les intentó decir supporters, pero no cuajó"

La política del heavy metal

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Barcelona

Hubo una época en que los conciertos de rock duro se habían convertido en sinónimo de violencia. Tanto era así, que incluso se difundió el lema “el heavy no es violencia” para que la gente no le tomase manía a unos chavales y a unas chavalas, que lo único que hacían era pasar por el ampli todas sus ilusiones, muchas de éstas condenadas de antemano sólo por haber nacido en un sitio de currantes y de parados, de madres puestas de Optalidón y enganchadas al mocho sin que nadie pudiera librarlas, y de abuelas que no entendían ese mundo raro, pero que amaban a los suyos sin concesiones. Y de abuelos que no estaban, y que eran solo el color de las batas de sus viudas.

A todo este universo, se le llamaba entonces los bloques, y siempre se le ha dicho el barrio. La violencia del heavy metal también estaba en el fútbol, en los clubes de primera división. Hasta que los clubes fueron obligados a acabar con sus hooligans porque eran un peligro y una vergüenza. Les llamaban hooligans, aunque también se les intentó decir supporters, pero no cuajó. Queríamos salvarnos por las palabras. Como el footing era demasiado pedestre, empezaron a decirle jogging. Hoy la gente dice running, y nosotros lo llamábamos correr. Salir a correr. Decíamos salir a correr como sinónimo de deporte, pero se trataba de huir. Todo esto sucedía en los años ochenta. ¿Cómo dignificaron los metaleros el heavy? ¿Cómo se libró el fútbol de sus ultras? Dando ejemplo desde arriba. Amaban lo que hacían. Aquella violencia, está ahora en la política. Los ultras de entonces son los ultras de hoy. Es una violencia verbal y física. Crea titulares, se manifiesta en los Parlamentos y se la ve en la calle. Es la dueña de las redes sociales. Desde todas las tribunas, se difama y se señala. Esta nueva normalidad, es una ultranormalidad.

 
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