La dificultad suprema: convencer a los propios
Como afrontemos el otoño con la desunión presente, vamos a vivir conflictos muy serios y a enfrentarnos con un horizonte muy sombrío, y eso no puede desearlo nadie... O sí puede desearlo a alguien
undefinedBea Polo
Madrid
Fin del estado de alarma; entramos en fase de alerta individual sin más control que nuestra responsabilidad personal para evitar los rebrotes; en el momento más expansivo, cuando llegan las vacaciones, los desplazamientos, el turismo, el jolgorio de las fiestas estivales. Primer gran test, mañana mismo, en las verbenas de San Juan.
La dificultad suprema: convencer a los propios
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Pero estamos pasando página, el destrozo socio económico y la recuperación está en primera línea de la preocupación nacional con el cuánto y el cómo de la ayuda europea en lugar muy preferente. Incógnitas que se van a despejar, al menos en parte, en la cumbre de julio y que, en todo caso, nos ayudará pero no resolverá nuestros problemas.
Nuestra tarea política y social básica es ahora tratar de unir fuerzas, pactar líneas de convergencia y consensuar asuntos clave. Lo hemos dicho todos hasta la saciedad: ha llegado la hora de ponerse hacerlo. Sospecho que va a ser más sencillo coincidir en los planes de transformación y modernización a medio plazo que en lo referente al ahora mismo, reforma laboral e impuestos, sobre todo. Pero hay que entrar en ello; ahora bien ¿por dónde empezar? Por lo más difícil, sin duda: por donde se mide la talla de los dirigentes y se acrisolan los liderazgos; por convencer a los propios de la necesidad imperativa de ceder.
¿Lo hará Sánchez con su Gobierno? ¿Lo hará Sánchez con su partido? ¿Lo hará Iglesias en Podemos? ¿Lo hará Casado en el PP? Sigan ustedes la lista de partidos y hagan sus apuestas, luego continúen. ¿Lo hará Garamendi con los empresarios, y a su vez los grandes patronos con sus consejos de administración? ¿Y Álvarez y Sordo con los sindicatos?
Repito: convencerse y convencer a los suyos de que hay que ceder ¿querrán de verdad hacerlo? Y de quererlo sinceramente, ¿están capacitados para sacar a su gente de sus trincheras, para revisar sus dogmas bajo la férrea vigilancia de los medios y redes sociales que se han autoerigido en guardianes de las respectivas ortodoxas? Por lo visto, hasta ahora, no, pero sin embargo, mantengo la esperanza, una vez más, en que se imponga el peso de la evidencia, porque todos los líderes saben que, como afrontemos el otoño con la desunión presente, vamos a vivir conflictos muy serios y a enfrentarnos con un horizonte muy sombrío, y eso no puede desearlo nadie... O sí puede desearlo a alguien.