Nada peor que coronar a un rey usurpador

Nacer en una familia real puede parecer uno de los mejores destinos posibles, pero no todo son lujos y vida regalada. Dependiendo de la época histórica, han habido riesgos muy elevados de destronamiento popular y posterior ejecución o de huida al exilio a la espera del retorno de la buena fortuna.

Pero probablemente la principal causa de muerte dentro de las familias reales han sido los propios familiares. Hasta tiempos bastante recientes, era común liquidar a cualquier posible rival antes o después de ascender al trono, y esto generalmente era la gente con la que más ADN compartías.

Esto es lo que pasó al hijo de Eduardo IV, llamado también Eduardo como él. Este monarca inglés ascendió al trono el 9 de abril de 1483, pero en el testamento de su padre había una clausula que nombraba como protector del menor y del reino a su tío Ricardo, el duque de Gloucester. Pese a este detalle, en principio Eduardo debería haber tenido una ceremonia oficial de coronación, pero su tío la fue posponiendo. Tanto el joven rey como su aun más joven hermano Ricardo fueron encerrados en la Torre de Londres. Su tío mientras se encargó de que se extendiera la idea de que el matrimonio de Eduardo IV con la madre de su teórico sucesor había sido inválido, y que por tanto los niños eran ilegítimos.

Una vez que la corte aceptó su versión, ya sólo fue cuestión de días que lo proclamaran rey a él. Esto sucedió el 26 de junio de 1483. Un gran día para Ricardo, pero uno bastante peor para sus sobrinos. A partir de ese día, cada vez fue más estricta su reclusión, hasta que nunca más se supo de ellos. El único consuelo que podrían tener es que pasaron a la historia como mártires de la codicia de su tío, que sería recordado como Ricardo el Usurpador.