De Buenas a PrimerasUn mal día lo tiene cualquiera
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Un mal día lo tiene cualquiera

El delito de meterse con los ricos

El 15 de julio de 1381, la cabeza del predicador protestante John Ball fue exhibida en el Puente de Londres

Muerte de Wat Tyler, uno de los líderes revolucionarios junto a John Ball / Getty Images

Las revueltas que pasan a la historia suelen ser las que tuvieron éxito, pero hubo muchas otras cuyos protagonistas no serán recordados más que en secciones como esta. Es el caso de John Ball, un sacerdote inglés que el 15 de julio de 1381 vio cómo su activismo político le pasaba una factura incompatible con la vida.

John Ball era un predicador sin parroquia y poco convencional que iba por libre, difundiendo algunas de las doctrinas que pondrían las bases del protestantismo y criticando la fuerte desigualdad social de la época en Inglaterra.

Esto, como era de esperar, no sentó bien a las autoridades eclesiásticas, que excomulgaron a Ball y le prohibieron hablar en público. Pero este castigo solo hizo que sus palabras se propagasen más rápido y más alto entre las clases desfavorecidas.

En 1381, Ball estaba en la cárcel, castigado por su activismo crítico con el orden establecido, en una Inglaterra empobrecida y azotada por la Peste Negra. Entonces, estalló la conocida como Revuelta campesina inglesa de 1381.

Ball fue liberado por los insurrectos y les dio un inspirado sermón en el que defendía que la injusticia social era creada por hombres malvados y contraria a Dios. Las fake news de la época se encargaron de demonizar la imagen de Ball, y finalmente fue apresado por su implicación en los disturbios.

Tras un juicio poco justo, el 15 de julio de 1381, fue colgado, descuartizado, decapitado, y su cabeza se exhibió en el Puente de Londres. Su gran delito: meterse con los ricos y poderosos. Siete siglos más tarde, la cosa no ha cambiado tanto como nos gustaría.

 
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