La mejor sanidad del mundo, ¿sólo un eslogan?

Madrid

Este viernes, la revista científica The Lancet publica una carta firmada por una veintena de reconocidos cientificos y expertos en salud pública que piden algo tan sensato como necesario: una auditoría. Un análisis externo e independiente de las grietas por las que se coló el coronavirus en este país de manera desgarradora. La clave de bóveda, la pregunta medular que plantean es muy oportuna: ¿cómo es posible que la epidemia golpeara de forma tan descarnada al que se decía uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo?¿Era una realidad o lo habíamos convertido en un simple eslogan después de años de recortes y precariedad?

Se dice, con una especie de satisfacción de país, que el sistema no llegó a colapsar ¿pero fue realmente así? La muerte de decenas de miles de personas, los mayores abandonados en residencias, rechazados en hospitales por falta de camas, la escasez de equipos de protección, los sanitarios expuestos al virus, la falta de personal, el bloqueo que todavía existe hoy en la atención primaria, los pabellones convertidos en hospitales de campaña, la incapacidad de detectar los contagios antes de que desarrollaran la enfermedad con sintomas graves, las dificultades sonrojantes de las comunidades para contar el número de muertos y contagiados, la incapacidad que todavía persiste hoy para armonizar un modelo estadístico, una cuenta que sea fiable... y todas esas muertes a las que hoy todavía les seguimos negando una versión. ¿Podemos todavía sostener que el sistema no colapsó?

Estos expertos piden que alguien nos someta a un examen necesario. ¿Se atreverán los llamados a examinarse? Las administraciones, cada una en su nivel de responsablidad, ¿se atraverán? ¿Serán capaces de exponerse a esa mirada quirúrgica, o harán gala de la tradición de los que entienden la gestión política como un catálogo de méritos y no de responsabilidades? Que en este país tenemos cierta tendencia a confundir la solidez institucional con la rigidez y no habrá mascarillas que nos protejan de la complacencia.