Los jóvenes de un pueblo de Huesca deciden quedarse allí para buscar un futuro laboral y vital
Hablamos con José Manuel Ballarín, uno de los cuatro y únicos jóvenes del municipio de Monesma y Cajigar que han decidido no abandonar el pueblo donde siempre han vivido
"La decisión de quedarnos en el pueblo es valiente pero arriesgada"
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Madrid
Ojalá en unos años dejemos de usar el término 'España vacía o vaciada' porque nuestros pueblos puedan ofrecer un futuro para aquellos que deciden no irse a vivir a la ciudad. De momento, aunque la mayoría de pueblos siguen vaciándose, hay historias que nos permiten ser un poco optimistas en cuanto a este problema. En el municipio de Monesma y Cajigar, en Huesca, donde viven unos 25 vecinos, los únicos jóvenes del pueblo, de entre 22 y 26 años, han decidido quedarse en el pueblo donde siempre han vivido y buscarse un futuro allí. Ellos son Alba, Adrián, José Luis y José Manuel, y por casualidad de la vida o influencia entre ellos, todos han estudiado Ingeniería Agrónoma en Huesca.
A sus 24 años y después de compaginar sus estudios con el trabajo de ganadero, José Manuel Ballarín, uno de estos jóvenes, explica que la decisión de quedarse en el pueblo "es valiente pero muy arriesgada" porque son conscientes de que no cuentan con las mismas facilidades e infraestructuras que una población más grande. Los mayores del pueblo han recibido la noticia con orgullo, "pero también saben que la vida en el pueblo es difícil y sacrificada", cuenta.
Además de los estudios universitarios a los cuatro les une que todos ellos pertenecen a familias agrícolas y ganaderas, "hemos crecido entre animales y tractores", bromea José Manuel Ballarín, uno de estos jóvenes. Por ello, explica, tras realizar una carrera relacionada con la agricultura y ganadería, "queremos continuar con la tradición familiar y llevar a cabo un relevo generacional".
Como ocurre en la mayoría de pueblos de la 'España vaciada', maltratados y olvidados durante décadas, la falta de infraestructuras es otro de los problemas al que se tienen que enfrentar los vecinos. En Monesma y Cajigar no hay médico; el centro de salud más cercano está en Graus, una localidad situada a 30 kilómetros del municipio. "El médico viene una vez por semana", cuenta el joven, pero en caso de urgencia, los vecinos tienen que desplazarse hasta el centro médico por carreteras de montaña, con curvas y un trazado muy mejorable.
Para asistir al colegio e instituto ocurre lo mismo; los pocos niños que viven en los pueblos de la zona tienen que desplazarse en autobús escolar hasta Graus. José Manuel lo tiene claro: "Si se quiere apostar por que la gente se quede en los pueblos, las infraestructuras son fundamentales".