¿Se imaginan a alguien reconociendo sus errores? Yo tampoco

Buenos Aires

El reportero Josep María Huertas murió hace trece años. Fue mi jefe durante un tiempo y, de alguna forma, aún lo es. En el funeral de Huertas habló su amigo José Martí Gómez, a quien ustedes ya conocen. Martí Gómez recordó lo puñetero que era Huertas, su capacidad para decir cosas inapropiadas en el peor momento, sus tremendas broncas y su afición por acompañar los berberechos con un Cacaolat. “Yo soy católico”, dijo Martí, “creo en la vida eterna y creo, por tanto, que volveré a encontrarme con Huertas. Y que Huertas seguirá igual que siempre y volverá a meterme en líos. Me acuerdo con frecuencia de Huertas y de sus verdades incómodas”.

La pandemia está haciendo un destrozo apenas calculable. Millones de personas sufren. La crisis es gravísima. Experimentamos un fracaso colectivo. Sin embargo, los políticos y, diría también que muchos periodistas, siguen, o seguimos, diciendo lo que quiere oír el público de cada uno: “nosotros tenemos razón y la culpa es del otro”. Y así vamos. Cuánta falta nos hace un poco de honestidad brutal. ¿Se imaginan a alguien reconociendo sus errores? Yo tampoco.