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Obsolescencia programada

La incompatibilidad del cambio climático y la obsolescencia programada

Reflexionamos junto al presidente de la fundación Feniss acerca de la posibilidad de un modelo industrial verdaderamente sostenible

La incompatibilidad del cambio climático y la obsolescencia programada

La incompatibilidad del cambio climático y la obsolescencia programada

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Madrid

Hace 96 años se reunieron los fabricantes mundiales de bombillas en Ginebra. Acordaron acortar la vida útil de su producto de 2.500 horas de duración a tan solo 1.000. Casi un siglo después, nuestros productos sufren los efectos de esta decisión. Esta práctica empresarial ya forma parte del sistema económico, pero aún hay consumidores que se resisten y, también, quien quiere que se fabrique productos que duren tanto como los de antes. Así nos lo cuenta Benito Muros, creador de una bombilla sin obsolescencia programada.

¿Interesa a las empresas comercializar un producto tan resistente?

“Ese es el problema, que no interesa. En Feniss ofrecemos un sello gratuito, pero hay que cumplir con un decálogo que obliga a los fabricantes a producir con la máxima durabilidad que permita la tecnología actual y, en caso de avería, el coste de la reparación no debe superar más del 30% de su valor de nuevo”, explicó Benito Muros, presidente de la fundación Feniss.

Benito Muros es también empresario de Light & Life Technologies. Su bombilla es la prueba de que “las cosas se pueden y se deben hacer de otra manera”. Cuesta 23 euros y puede durar infinitamente. Su primera avería se prevé para dentro de 80 o 90 años.

¿Nos podemos permitir comprar tantos productos nuevos?

“Consumimos 60.000 millones de toneladas de materias primas y generamos más de 12.000 millones de residuos al año. Mientras, la naturaleza solo regenera alrededor del 50%. Es obligatorio actuar. Estamos en un momento donde podemos ir hacia un modelo industrial sostenible de verdad”, nos contó el presidente de Feniss.

Problema que no solo reside en el alto coste de reparación del producto, sino también en el hecho de que las marcas no tienen la obligación de mantener las piezas de recambio durante un largo periodo de tiempo. Hay veces, por tanto, en las que los consumidores no tienen ni siquiera la opción de reparar sus productos averiados.

Además, la compra “nos cuesta entre 50 y 60.000 euros a lo largo de nuestra vida. Esta forma de actuar también incrementa la franja entre ricos y pobres para estar al día con las nuevas tecnologías”.

La legislación europea

En la Unión Europea se recicla menos del 40% de la basura tecnológica y, actualmente, no hay leyes vinculantes que obliguen a los países a actuar, pero en la UE ya se está legislando sobre esta práctica a través de una serie de dictámenes. Y en España se está estudiando la fórmula para ampliar el número de años de garantía ofrecidos a los clientes con la compra del producto.

 
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