Viggo Mortensen: "No se puede conducir la sanidad pública como una empresa"
El actor recoge el premio Donostia por toda su trayectoria y presenta 'Falling', su debut en la dirección con un emotivo drama familiar sobre la memoria y la incomunicación
San Sebastián
La figura del padre en Estados Unidos ha tenido dos modelos, el padre estricto y el padre atento. Dos descripciones que, según el lingüista George Lakoff, ejemplifican las dos tradiciones políticas de Estados Unidos. Sin saberlo, Viggo Mortensen adapta el ensayo de Lakoff, sobre las metáforas políticas, el lenguaje y la vida íntima y familiar de los americanos, en su primera película como director, Falling, que bebe de sus recuerdos de niño y de sus vivencias como adulto.
"Mi madre tenía una demencia avanzada y mi padre justo empezaba a tener esos problemas. Es una enfermedad cambiante cada día, pero hay ciertas cosas que ves si conoces a la persona bien. Cuando fallece mi madre, en el funeral se juntaron familia y amigos y conocí a gente que no había conocido nunca. Te acuerdas de muchas cosas e historias de su vida que yo conocía, pero versiones contadas por otros. Eran distintas y ahí pensé en lo rara que es la memoria, es subjetiva", explica en conversación con El Cine en la SER. El actor anotó sus recuerdos en todo el tiempo y escribió ese relato como un cuento, saltando de lo vivido a inventar una familia como ejercicio de su propia vida y balance de las enseñanzas de sus padres.
Y es que Falling, protagonizada por el actor Lance Henriksen y el propio Mortensen, es una mirada a la incomunicación familiar y una reflexión sobre la familia y los recuerdos, a través de la historia de un padre conservador y de derechas que con 80 años tiene que estar al cuidado de su hijo gay. Un encontronazo entre dos modelos de masculinidad y de familia, que se corresponden con esos dos arquetipos de Lakoff, donde el control y la violencia de uno de esos padres, es incompatible con la idea del contrato social. "En la familia de los 50 hay un modelo nuclear donde el patriarca manda y la mujer es ama de casa. En la película estoy hablando de la incomunicación dentro de la familia y la gran diferencia es que ahora las líneas de comunicación están abiertas, hay cierto respeto, cierta autonomía para cada miembro, frente al modelo del patriarca inflexible, que no se adapta al cambio del tiempo. Eso hace muy difícil que la relación funcione porque uno cambia y el otro, no. No hay una garantía de punto en común, de aceptación mutua ¿Qué es la aceptación? ¿Qué te acepten ellos o uno mismo?".
La película se configura además como un tratado sobre la memoria y los recuerdos sobre los que construimos la percepción de nuestras vidas. "La memoria no es fiable. Casi todo pensamos que sí, el presente puede ser confuso, el futuro quién sabe, aún más impredecible en estos días de pandemia. Te apoyas en los recuerdos porque crees que son hechos, pero muchas de esas cosas no pasaron. En el cine la idea de lo subjetivo puedo mostrarla con imágenes y sonidos, cómo ve el que tiene demencia, su visión. Y aunque no se ajuste a la realidad, yo he aprendido que es mejor no corregirlos".
La tensión familiar en la cinta se refleja también en el contraste entre campo y ciudad, en el choque generacional, asuntos universales con los que Viggo Mortensen ancla la historia a una actualidad hoy atravesada por la pandemia. "Ahora se ve de otro modo a los mayores y su situación, muchos están solos o aislados. Esta preocupación por los mayores. Si se conduce la sanidad y la educación como un negocio, no hay margen. Viene una crisis o un virus y no hay equipamiento, personal... Espero que se aprenda eso, en España y en todo el mundo. No se puede conducir la sanidad pública como una empresa, no es una cuestión de eficacia económica e ir al límite. Uno piensa en todas estas cosas ahora. Cuando llegas a cierta edad, piensas en los cuidados, quién va a cuidar de mí y cuánto es lo razonable en los cuidados. Muchas personas se sienten enjauladas, sin libertad, si yo tengo 80 años, quiero tomar decisiones mientras pueda", reflexiona.
Entiende Viggo Mortensen que todo trabajo artístico es personal, una confesión de lo que uno es. "Es como decir que todo arte es sociopolítico, es así. Todo lo que hago como actor, productor, guionista o director es personal. Pienso que el artista tiene que complacerse a sí mismo, me tiene que entusiasmar y hacerlo honestamente como lo veo y lo siento. Si lo hago así, puede que tenga una aplicación universal para el espectador". Eso no significa que sea para todos los públicos, concepción capitalista de cine que rechaza. "Si tratas de complacer a todo el mundo, acabas con una cosa sosa y a medias. Es lo que pasa con esas películas de grandes presupuestos, hay tanto dinero que piensan en complacer a esta parte de la sociedad, a las mujeres, a los jóvenes, a lo viejos, a todas las razas. No hay ninguna película que pueda gustar mucho a todo el mundo, es imposible. Yo sé que para algunas personas que no están acostumbradas a ver este tipo de cine, no les va a gustar. Es una película para un espectador como yo, de películas que no me cuentan todo, que no subrayan, que obligan a rellenar lo que hay. Es una película para preguntarse el ahora qué con estos personajes".
Sobre las nuevas reglas de diversidad e inclusión de la Academia de Hollywood, tiene sensaciones encontradas "El primer día que lo anunciaron, no me gustó, pero lo leí más detenidamente y si hay tantos agujeros en las normas, cualquiera califica. Entiendo que la intención es buena, parece fácil, es casi imposible no cumplir las normas, entonces es solo algo escrito para ser consciente. Pero como artista sigo teniendo algo de rechazo porque no me gusta la censura de ningún tipo. Cualquier cosa que te diga que tienes que hacer algo, ponerle reglas al arte me parece problemático", opina.
El actor recoge además a sus 60 años el premio Donostia a una carrera llena de personajes carismáticos, como el Aragorn de El señor de los anillos, o de los personajes perturbados de David Cronenberg, en Historias del Este, Un Método peligroso o Una historia de violencia. De hecho, su Cronenberg es uno de los actores de reparto de esta película. Pero además, Mortensen ha sido un defensor del cine independiente en Estados Unidos, de ahí su participación de Captain Fantastic, o de otras nacionalidades. Ha trabajado con Lisandro Alonso en Jauja, o con Lejos de los hombres, del francés David Oelhoffen.
"Quería formar parte de hacer películas, lo he hecho muchas veces. Quería algún día contar un cuento de cine, y lo he hecho. Ese es el premio. Que te den este reconocimiento es genial, no solo por incluirte en la lista de premiados en San Sebastián, sino porque te incluye en la historia del cine, en la promesa del cine". Capaz de hablar inglés, francés, danés y español, de escribir poesía y guiones o darle a la fotografía, tarde o temprano el actor acabaría poniéndose detrás de las cámaras. Dice que no será la última vez que lo haga. De momento, Falling se estrena la semana que viene en España.