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Un mal día lo tiene cualquiera

La manía universal de quemar libros

Lutero se quejó públicamente de las prácticas de la Iglesia. Como reprimenda, el 8 de octubre de 1520, las autoridades católicas organizaron una quema de libros luteranos en Lovaina

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Cuando estás discutiendo con alguien y te pones a gritar para no oírlo, en el fondo sabes que has perdido el argumento. Podríamos decir lo mismo de la mala costumbre que tenemos los humanos de quemar libros. Durante la antigüedad, la quema de grandes bibliotecas fue una de las grandes aficiones de las nuevas religiones. Con la invención de la imprenta a mediados del siglo XV, se les multiplicó el trabajo a los pirómanos culturales.

Esto se hizo evidente cuando, a partir de 1517, se empezaron a expandir las ideas de Martín Lutero por toda Europa. Lutero había hecho públicas sus quejas contra las prácticas de la iglesia católica, que consideraba que se había apartado de las enseñanzas de Jesucristo. Evidentemente, la Iglesia no se tomó muy bien estas críticas, y a falta de poder reducir a cenizas al propio Lutero, pues la tomó con los libros y escritos que publicaba.

El 8 de octubre de 1520, en la ciudad de Lovaina, en la actual Bélgica, las autoridades católicas organizaron una quema pública de libros luteranos. La ironía del caso es que los estudiantes que acudieron a la hoguera aprovecharon para echar en ella los libros de los autores que sí eran del agrado de las autoridades papales. Sea como sea, los intentos de hacer que el fuego acabase con la protesta luterana no sirvieron para nada, porque la base de su protesta seguía siendo cierta.

 
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