El negocio de la Iglesia con las reliquias

Una de las fuentes de negocio que más éxito tenía en el periodo que conocemos como la Edad Media era todo lo relacionado con las reliquias. Por alguna razón que no sabría concretar, había la idea que el contacto o la simple visión de un objeto que había tenido algún papel en la vida de algún santo era suficiente para borrar los pecados del visitante. Imaginad si era bueno el negocio que hubo ciudades, como Santiago de Compostela, que se construyeron alrededor de los restos de uno de estos hombres ejemplares del cristianismo. Como os podéis imaginar, la oportunidad de negocio hizo que se multiplicaran más las reliquias que los panes y los peces. De hecho, Santiago sería un ejemplo perfecto de una historia más inverosímil que un cómic de Marvel.

Dentro de las reliquias, las que más éxito de taquilla tenían eran las que estaban relacionadas con el fundador mismo de la religión, Jesús de Nazaret. Y de entre estas, probablemente la más famosa sea la Sábana Santa de Turín. Se conoce su existencia desde el siglo XIV, pero siempre hubo un debate sobre si era posible que ese tejido hubiese aguantado tantos siglos con la impregnación del cadáver de Jesús intacta.

El 13 de octubre de 1988, el arzobispo de Turín tuvo la penosa obligación de transmitir a los fieles el resultado de las pruebas que se habían hecho sobre la reliquia. No había duda: las dataciones por radiocarbono indicaban que la sábana era del siglo XIII o XIV. Aunque fue también un mal día para los fieles que recibieron esta noticia, no os creáis que todos aceptaron el veredicto. Si la fe mueve montañas, más fácilmente mueve fechas.