¿Y si no es para tanto?

Madrid

¿Y si no es para tanto? Es arriesgada esta pregunta, porque yo, como buen demócrata, esta mañana vi la misa de nueve que se da los miércoles en el Congreso de los Diputados y también me horroriza y pensé precisamente en hablar de ese horror esta noche, de ese cansancio, de la radicalidad, de que hay momentos en los que parece que si los diputados se encontrasen en un pasillo pudiesen reventar a bofetadas o en el propio hemiciclo. Pero luego pensé, ¿y si no es para tanto? Y pensé también, ¿cuándo es para tanto?

En el Congreso están nuestros representantes públicos, pero nosotros no hacemos eso que hacen ellos. No sé si estamos representando, incluso alimentando, esa crispación y si esa crispación es un fenómeno auto sugestionado de la clase política y voy a decir también de la clase periodística. A lo mejor peco de ingenuo, pero esos insultos generalizados en el Congreso sólo están generalizados también en las redes sociales. Yo no veo generalizados en cualquier lugar. Yo he pensado, y a lo mejor no tengo razón, -porque tener razón no es lo mejor que se me da en la vida-, ¿por qué España se tiene que parecer a lo que digan sus peores políticos y también sus peores periodistas? ¿Por qué tenemos que creernos que en la calle, con sus excepciones, que las hay, evidentemente están las mismas de quienes pasan todo el rato gritando? En el momento de la historia de la humanidad en que menos se recomienda gritar, que esa es otra y no toca ahora, pero también tiene lo suyo.