No todo puede salirnos mal

Entramos en la semana decisiva para las elecciones en Estados Unidos. Mañana, martes, se celebran los comicios y el mundo entero va a esperar, con inquietud, los resultados. Históricamente, siempre hemos estados pendientes de las elecciones en ese país, por el peso que tiene Estados Unidos en el contexto mundial, peso tanto político como económico, pero nunca se ha contenido tanto la respiración como se va a contener mañana al cierre de los colegios electorales.

Una nueva victoria de Donald Trump sería desastrosa para la democracia y para el orden mundial. Pero una derrota puede llevar al país a entrar en un bucle de disturbios si Trump no reconoce los resultados y no facilita el traspaso de poderes.

Hace cuatro años, cuando se alzó con la victoria frente a Hillary Clinton, muchos pensaron que la realidad de la política moderaría a un hombre sin experiencia y dado a los excesos. Pero no fue así, sino todo lo contrario. Desde la Casa Blanca ha hecho y ha deshecho en las relaciones internacionales, poniendo en juego alianzas que parecían irrompibles, ha tensado su propio país dinamitando la separación de poderes, la elección de la última juez del Supremo es una muestra, y ha ido rebajando con cada una de sus actuaciones la calidad de la democracia. Pero todo esto no sólo se ha quedado dentro de las fronteras de Estados Unidos.

Lo peor es que Trump ha exportado su discurso, el discurso 'Trumpista' ha atravesado fronteras y se ha instalado en muchos rincones del mundo, no solo haciendo explotar grupos, hasta hace pocos minoritarios o residuales, sino calando también en alguna derecha hasta hace poco moderada.

Así que contendremos el aliento hasta saber si gana Biden y devuelve a los Estados Unidos al camino de la democracia y el multilateralismo, aunque algunos de los destrozos ocasionados por Trump sean ya de difícil arreglo.

No todo puede salirnos mal en este 2020.