Hundir tu propia flota

Para las fuerzas navales de cualquier país, el hundimiento de un barco es motivo de luto. Mucho más cuando es una flota. Pero cualquier batalla naval palidece comparada con lo que pasó la flota francesa el 27 de noviembre del año 1942.

Francia había sido rotundamente derrotada por los alemanes en la ofensiva nazi del verano de 1940. Desde entonces, el país estaba dividido en dos partes, con el sur teóricamente gobernado por los propios franceses desde la ciudad de Vichy. También estaban bajo su supuesto control los territorios de ultramar y la flota francesa, que antes de la guerra era de las más potentes del mundo. Los nazis, en un principio, solo exigieron que estos buques quedaran desarmados, pero no se hicieron con su control directo. Esta aparente generosidad o descuido alemán cambió a finales de 1942, cuando los británicos y los americanos se hicieron con el control del norte de África, incluidos los territorios que teóricamente eran franceses. Los alemanes, viendo lo que se avecinaba, se dispusieron a controlar toda Francia. El gobierno francés de Vichy, que por una parte tenía una ideología cercana a la extrema derecha, pero por otra no quería ver sus barcos luchando contra sus antiguos aliados, tomó una dolorosa decisión: hundir su propia flota. Y eso hizo el 27 de noviembre de 1942 en Toulon: provocar el hundimiento de 77 de sus barcos. Para acabar de enfurecer a los nazis, unos cuantos submarinos ignoraron las órdenes y se pasaron a los aliados. Vamos, que fue un mal día para los franceses, pero también para los alemanes.