La lucha de los mineros del salitre en Chile
Los mineros del salitre en Chile pidieron mejoras salariales, pero el gobierno no escuchó sus propuestas. En diciembre de 1907 se pusieron en huelga. El día 21, muchos de ellos pagaron la lucha con sus vidas
La lucha de los mineros del salitre en Chile
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Ahora que se acaba el año 2020, abundan las encuestas preguntando si este ha sido el peor año de la historia. Haría falta una dosis considerable de amnesia para hacer tal afirmación. Solo hace falta hacer una visita al inmenso catálogo de atrocidades que nos dejó el siglo pasado para poner al covid en su sitio.
Un buen ejemplo de sufrimiento continuado es el de la vida de los mineros a principios del siglo XX. Y pocos mineros tenían unas condiciones de trabajo y de vida peores que las de los mineros del salitre en Chile. Los mineros primero intentaron elevar sus peticiones de mejora salarial de forma pacífica. Al ver que no les hacían caso, en diciembre de 1907 se declararon en huelga. Para hacer más presión se fueron desplazando hasta la ciudad de Iquique. El gobierno, en lugar de sentarse a negociar unas demandas realmente muy moderadas, mandó refuerzos del ejército a la ciudad. El día 20, había casi 12.000 mineros y otros obreros solidarios en las cercanías de la Escuela de Santa María de Iquique. El gobierno, haciendo caso a los patrones, les exigió que volvieran al trabajo y que, posiblemente, después escucharían sus peticiones. Los mineros se negaron y se declaró el estado de sitio. Ese mismo día, seis obreros fueron acribillados por disparos del ejército. Pero lo peor estaba por venir. En los funerales de estos seis compañeros, al día siguiente, el ejército volvió a ordenar que los mineros se retiraran. Al no hacerlo, les abrieron fuego. Vale la pena remarcar que muchos de los trabajadores estaban allí con sus familias. No hubo distinción. Según el gobierno, murieron 126 personas. Según los cálculos de los historiadores, fueron más de 3.000. Además, ni con esa sangre derramada se avinieron a las demandas de los obreros. Ni, obviamente, se condenó a nadie por la masacre.