Hora 25La firma de Pepa Bueno
Opinión

Ocio, ocio y ocio

Una delirante y agotadora apoteosis del consumo, dice Gabilondo, con razón, a la que nos hemos acostumbrado hasta el punto de que todo lo que no sea eso, nos parece una restricción lamentable. Ocio, ocio y ocio como un derecho irrenunciable, aunque nos juguemos la salud, la nuestra y la de otros. Igual, quizá, este año terrible puede acabar por enseñarnos algo

Madrid

Si no han escuchado a Iñaki Gabilondo hoy, no se vayan a la cama sin hacerlo. Porque con su lucidez habitual, le pone nombre a parte de nuestra ansiedad. Es verdad que hay un ansiedad provocada por el dolor, la pérdida, y la pandemia en sí misma que no puede estar más justificada. Hay otra ansiedad vinculada a la Navidad que cualquiera puede comprender. Se dispone de unos días libres si se quieren aprovechar para ver a los nuestros, especialmente cuando los nuestros viven en otra ciudad, o en otro país.

Y este año eso se ha complicado del todo. Pero hay otras ansiedades de las que habla Iñaki hoy que no tienen que ver con las cosas esenciales de la vida, sino con la cabalgada consumista en la que se ha convertido la Navidad. Comidas y cenas, regalos y viajes como si el mundo se acabara el 7 de enero. Una delirante y agotadora apoteosis del consumo, dice Gabilondo, con razón, a la que nos hemos acostumbrado hasta el punto de que todo lo que no sea eso, nos parece una restricción lamentable. Ocio, ocio y ocio como un derecho irrenunciable, aunque nos juguemos la salud, la nuestra y la de otros. Igual, quizá, este año terrible puede acabar por enseñarnos algo.

 
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