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'Viaje al pasado', una emocionante reflexión sobre el paso del tiempo

Una historia de recuerdos, de pasiones vividas y el afán o la necesidad de recuperarlas

'Viaje al pasado', una emocionante reflexión sobre el paso del tiempo

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Stefan Zweig nació en Viena en 1881. Era hijo de un poderoso industrial textil, se crió en una acomodada familia de origen judío y recibió una esmerada educación, doctorándose en Filosofía en 1904.

Fue un escritor enormemente popular, tanto en su faceta de ensayista, poeta y biógrafo como en la de novelista. Su capacidad narrativa, la pericia, la delicadeza en la descripción de los sentimientos y la elegancia de su estilo lo convierten en un narrador fascinante, capaz de seducirnos desde las primeras líneas.

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Ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, abrazó el pacifismo y se exilió en Suiza, donde se estableció como corresponsal. En 1934 huyó de Austria por el auge del nazismo, y se refugió en Londres. En 1942, convencido de que la Alemania nazi iba a ganar la guerra y someter al mundo a sus ideales, Zweig se suicidó en Brasil, en Petrópolis, junto a su segunda esposa. En 1944, aparecería su maravillosa autobiografía, 'El mundo de ayer', una auténtica obra de arte que todos deberían leer.

La trágica muerte de Zweig

Cuenta Domingo Marchena, en La Vanguardia, que el 22 de febrero de 1942 aparecieron los cuerpos inertes de Lotte Altmann y su marido, Stefan Zweig, en un dormitorio del número 34 de la calle Gonçalves Dias, de Petrópolis, Brasil. Ella recostada sobre él, las manos entrelazadas. En la mesita de noche había un vaso con un trébol de cuatro hojas y restos de veneno. Y en la pared, una poesía de Camões. Zweig era "el más grande europeo de su tiempo" según sus amigos: Albert Einstein, Richard Strauss, Sigmund Freud, Joseph Roth, Thomas Mann y Hermann Hesse.

Stefan Zweig, cuya pasión por viajar solo era comparable a su pasión por escribir, llegó a Brasil huyendo del nazismo. "Ni en el caso de una derrota de Hitler me veo capaz de iniciar una nueva vida", reconocía.

'Viaje al pasado', que a Zweig le gustaba titular 'Resistencia de la realidad', se publicó póstumamente. Se puede leer como una historia de amor, pero en realidad es una bellísima reflexión sobre el paso del tiempo, sobre lo que creemos saber y sobre lo que sabemos realmente de nosotros mismos. Es emocionante, vibrante y muy hermosa.

El amor, su idealización y el desengaño

En 'Viaje al pasado' se trata con gran maestría los temas del amor, la idealización de este y el desengaño. Como señala Fernando Peralta, esta historia no es la exposición fragmentada de una vida, ni una simple concatenación de hechos aislados: es la ilación de una existencia movida por una pasión, fuerza motriz que rige, impulsa y da sentido a cada momento.

Ludwig es apresado por el ideal que crea y la pasión que lo mueve constituye y da forma a su vida; este sentimiento que nace en el interior del protagonista, a pesar de ser una sombra que se esparce por cada rincón de su existencia, no le determina, aun siendo un condicionante que estará presente en cada una de sus decisiones. Esta narración transcurre durante los convulsos años de principios del siglo XX. El tiempo queda subjetivamente delimitado por Ludwig, pues su vida, sus pasiones y anhelos y su tragedia, es de lo que se sirve el autor para desarrollar temporalmente la obra.

La introducción queda enmarcada en Fráncfort, escenario que utiliza Zweig para describirnos a los personajes, así como para tejer el lazo de relaciones entre ellos. El nudo, donde se desatan todas las pasiones tejidas con anterioridad, tiene como telón de fondo México; es también en este momento donde Ludwig se ve golpeado por la Primera Guerra Mundial, realidad histórica que no escoge, pero que incide directamente en su vida. El desenlace se desarrolla en la ciudad de Heidelberg, aquí los protagonistas se reencuentran, y resuelven los conflictos que habían quedado abiertos por el viaje de Ludwig a México.

Como se indica en el blog Entre montones de libros, 'Viaje al pasado' es una novela sobre el paso del tiempo y la huella que este tiempo deja en las personas. Y también es una historia de recuerdos, de pasiones vividas y el afán o la necesidad de recuperarlas. La emoción de ese encuentro se debe más al recuerdo, acaso idealizado, de dos personas que se amaron y cuya pasión late de forma diferente durante el tiempo que se buscan.

Zweig parece jugar a placer con la tensión sexual

Los amores cambian también con el paso del tiempo, y eso no significa que se destruyan, solo cambian. Y si Zweig sabe de algo es de sentimientos. No necesita almibarar sus narraciones para que los lectores comprendamos perfectamente lo que nos quiere expresar, ya sea el enamoramiento platónico que puede que hayamos vivido, o el cautiverio que busca la libertad en un juego que acaba siendo una nueva cárcel.

Señala Guillermo Castro que en esta oportunidad podemos disfrutar de una de esas historias de amor en las que los amantes se enfrentan a las convenciones sociales y morales de la época, para poder cumplir la promesa de una noche de amor.

Zweig parece jugar a placer con la tensión sexual. Es verdad que el tema carnal pocas veces se menciona, pero se sugiere constantemente, incluso ciertas palabras del escritor juegan con el doble sentido. Así pues, la tirantez erótica, en el sentido de un inocente pero enardecido anhelo amoroso, está presente en toda la historia. Son los propios amantes quienes frustran su deseo, encontrando para cada nueva oportunidad una razón poderosa para detenerse: cuestiones morales, decoro social, circunstancias adversas, o distancias lejanas.

 
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