'Drácula', uno de los clásicos más extraños jamás escritos
Una obra oscura, inquietante, terrorífica, erótica, patológica, filosófica y hasta diríamos que feminista
'Drácula', uno de los clásicos más extraños jamás escritos
54:53
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1621607836440/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Bram Stoker nació en 1847 y murió en 1912. Oriundo de Dublín trabajó durante diez años como funcionario y crítico teatral hasta que se marchó a Inglaterra en 1876. Allí ejerció de secretario y representante del actor sir Henry Irving, con quien dirigió el Lyceum Theatre de Londres. Escribió numerosas obras, entre las que se encuentra su novela 'La dama del sudario', así como varios relatos.
'Drácula' se publicó en 1897. Es uno de los más extraños y poderosos clásicos jamás escritos. Creó el personaje del vampiro de Transilvania y ha inspirado incontables versiones, secuelas y películas. Pero ninguna supera a la novela de Bram Stoker. Es una novela bisagra en la que cabe todo. Es oscura, profunda, inquietante, terrorífica, erótica, patológica, filosófica, psicologista y hasta diríamos que feminista.
La pesadilla que inspiró a Bram Stoker para crear a Drácula
La noche del 7 de marzo de 1890 Stoker le da un casto beso a su muy bella esposa Florence y se retira a sus aposentos luego de una cena tardía a base de cangrejos muy fuertemente condimentados. Stoker tiene una pesadilla, son sus propios gritos los que lo despiertan, y a la mañana siguiente escribe las primeras anotaciones para ir moldeando el personaje. Después, Stoker apunta posibles títulos. A continuación, aprovechando unas vacaciones en Whitby —pueblo de pescadores en la costa de Yorkshire donde, no hace mucho, ha encallado una goleta rusa— Stoker comienza a reunir y organizar diversos materiales para lo que en principio piensa como obra de teatro y no como novela.
Stoker se entera de la existencia del histórico y sanguinario voivoda Vlad III de Valaquia, también conocido como 'el Empalador' y descubre que su padre, Vlad II, había sido miembro de la Orden del Dragón, y por eso Vlad III fue apodado 'Draculea' o 'Hijo del Diablo'.
Más información
A Stoker le gusta la sonoridad exótica y extranjera del nombre. Estudia al detalle la muy exitosa adaptación teatral de 'El vampiro' de John Polidori, se entusiasma con la ambigüedad sexual que exuda 'Carmilla' de Sheridan Le Fanu. A esto añade una pizca de 'Macbeth' y otra de Edgar Allan Poe, así como de varios relatos anónimos o títulos de Alexandre Dumas, Prosper Mérimée, Wilkie Collins y, muy especialmente, 'The Parasite' de su amigo Arthur Conan Doyle.
La consolidación del éxito de 'Drácula'
La novela se vendió bien, pero, en contra de lo que muchos imaginan, no enriqueció a su autor. Será el actor Hamilton Deane, casi 30 años después, quien lograría un éxito rotundo con la adaptación y puesta en escena de la novela de Stoker. En 1927 estrenó en Broadway una nueva versión protagonizada por un actor húngaro hasta entonces desconocido llamado Bela Lugosi. Oscar Wilde no vaciló en definirla como "tal vez la más bella novela de todos los tiempo", mientras que Arthur Conan Doyle declaró que "se trata de la mejor historia de diablerie que he leído en muchos años. Resulta realmente asombroso que, a pesar de tratarse de un libro tan largo, sea capaz de suscitar tanto interés y emoción".
Fue George Stade quien, acaso, detectó lo más interesante de Drácula al subrayar el hecho de que "no nos cuenta algo que ya sucedió, sino que nos muestra lo que puede suceder dondequiera que haya seres humanos". Y es que, a diferencia de lo que sucedía con buena parte de las novelas góticas de entonces, los acontecimientos que narra Stoker —transcurriendo en 1893, pocos años antes de la publicación— convierten al monstruo en algo presente y cercano.
Una de las más interesantes lecturas de Drácula es la de entenderla como un duelo entre el Viejo y el Nuevo Mundo, entre 'lo inglés' y 'lo otro', entre el pasado de una Europa todavía primitiva y los encandilantes destellos de un presente futurista y británico. Un lugar y una época donde el antiguo vampiro es combatido con la ayuda de los últimos descubrimientos científicos por un héroe colectivo.
En 'Drácula' está la idea de que es uno quien siempre invita a la catástrofe. Y que, como afirma Van Helsing, en uno de los tramos más interesantes de la novela es el vampiro quien debe ser invitado a nuestras casas porque, hasta que no lo hemos hecho nosotros, él no puede atacarnos en la seguridad del hogar ajeno. Invitar al vampiro equivale a creer en él. Y una vez que le hemos abierto la puerta, estamos perdidos, contagiados, invadidos. Así, no es el vampiro quien elige a sus víctimas, sino las víctimas quienes, consciente o inconscientemente, eligen al vampiro.
"Uno de los trucos más memorables y atractivos en toda la literatura inglesa"
Como bien comenta Stephen King, el triunfo de 'Drácula' como novela y de Drácula como personaje —y de Stoker como autor— está en haber conseguido humanizar el hasta entonces concepto siempre "ajeno" del Mal. ¿Y cómo lo consigue? Fácil pero muy difícil: manteniendo a lo largo de casi toda la historia al Mal fuera de la acción.
El Conde aparece durante los primeros capítulos y, establecida su persona y personalidad, desaparece por completo durante unas 300 páginas para volver a ser visible, fugazmente, en pocas oportunidades durante su estancia en Londres. King califica esta estrategia como "uno de los trucos más memorables y atractivos en toda la literatura inglesa", descubriendo por escrito lo que siempre supimos desde el principio de los tiempos: nada asusta más que aquello que no se ve pero que, sin embargo, nos mira y nos vigila.
Este artículo contiene extractos de la introducción de Rodrigo Fresán a la edición de literatura Random House y del prefacio de Christopher Frayling y la introducción de Maurice Hindle de la edición de Penguin Clásicos