El país en el que viven entre miles de tornillos

Madrid

A 40 días del comienzo de los Juegos Olímpicos paseamos por las casi siete mil islas que conforman el Imperio del Sol Naciente. Japón es un país de enormes contrastes: por un lado nos encontramos con la tierra del budismo zen, de la meditación y del encuentro con uno mismo; en el lado contrario nos encontramos con la potencia bélica que ha acosado, esclavizado y masacrado a sus vecinos a lo largo de los siglos.

Empezando por el final (y por lo peor), Jacinto ha escrito mucho sobre los samuráis o el bushido (el código que seguían para llegar a la perfección) y los kamikazes, los soldados que estaban dispuestos a entregar su vida.  El grito “Banzai” instaba a las tropas japonesas a lanzarse a muerte contra el enemigo. Es curioso que el significado de la palabra haga referencia a un deseo de larga vida para el emperador. La épica de las tropas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial ha dado lugar a mucha literatura, una literatura evidentemente sangrienta. 

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En el otro lado, el más romántico, el que más nos gusta, están el romanticismo y el exotismo que nos inspira este país. Esos sentimientos están poéticamente recogidos en "Cuadernos perdidos de Japón", el libro que acaba de publicar Patricia Almarcegui en la editorial Candaya.

Uno de los iconos del país es la geisha. Escribe Patricia: “Las geishas representan el imaginario japonés para Occidente. Tanto que se han imaginado prostitutas. Los deseos sexuales reprimidos se proyectan en el otro, Oriente. Da igual que este sea próximo o lejano, se viven con la ilusión de que allí se pueden experimentar con total libertad y, por tanto, fuera de toda culpa”. El barrio de Gion en Kioto es famoso mundialmente por las geishas. El fenómeno llega hasta tal punto que se montan auténticos “safaris” en los que bandas de turistas persiguen a estas mujeres para fotografiarlas.

Las cifras del desarrollismo en Japón nos deslumbran en Occidente. Sin embargo, detrás de esas cifras Almarcegui nos cuenta que hay datos que nada tienen que ver con ese relumbrón: hay millones de japoneses que viven en la pobreza, una pobreza que afecta sobre todo a las mujeres.

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Son muchas las experiencias japonesas de Patricia Almarcegui: el ryokan, los cerezos y los ciruelos en flor, el monte Fuji, los tatamis… Y no falta la historia reciente del país: Hiroshima y Nagasaki, el horror que provocaron las dos únicas bombas atómicas que se han lanzado contra la población civil.