Mucha hipérbole sin soluciones

Madrid

Llegó la hora. Mañana el Gobierno aprobará en Consejo de Ministros, los nueve indultos individuales de los condenados por los hechos del otoño del 17 en Cataluña que aún tienen penas que cumplir. El Gobierno tiene el derecho y la obligación de buscar salidas a la situación estancada en Cataluña. Aquellos hechos fueron juzgados, sentenciados y los condenados han cumplido una parte importante de su condena, que este es un detalle que se olvida estos días. Casi cuatro años de prisión. Y el Gobierno considera que el gesto de indultar la pena que les queda de cárcel, ponerlos en la calle, puede ayudar a que algo se mueva en una comunidad donde el voto no se mueve, la realidad es la que es, mitad independista y mitad no.

Se puede mirar para otro lado, se puede mandar a Piolín cada cierto tiempo, se puede dejar pudrirse políticamente a Cataluña en un bucle sin fin, los detractores de los indultos, no acaban de decir cuál es su propuesta alternativa: mirar para otro lado, dejar que la situación política se pudra más o mandar a Piolín. O se puede intentar hacer algo que facilite el camino de la política. Cuando un gobernante tiene por delante un conflicto difícil tiene dos caminos: puede inhibirse, como hizo Rajoy durante mucho tiempo, o puede arriesgar, como se dispone a hacer Sánchez. También los independentistas deben decidir, a partir de ahora, si juegan a gobernar la comunidad de Cataluña o juegan a gobernar sus ensoñaciones.

Nadie puede anticipar el resultado de esta operación a medio plazo. No tienen ahora mismo más razón los que dicen que saldrá mal que los que dicen que saldrá bien. Pero en las democracias, los caminos para enfrentar los problemas están muy tasados: dentro la ley y dialogando. No hay más.

Desde que comenzó la discusión pública sobre los indultos, hemos escuchado mucha hipérbole, mucha amenaza de ruptura de España, pero ni una medida para acelerar la vuelta a la normalidad de Cataluña y por lo tanto de España.