'La Orden', la historia de un joven que estuvo en un secta esotérica: "Me destrozaron la vida"
Rescatamos la historia de un joven que entró en una secta esotérica y acabó en las garras de un grupo en el que sufrió abusos físicos y coerción psicológica
Las unidades policiales y los psicólogos especializados alertan: la pandemia está siendo el mejor caldo de cultivo para la proliferación de grupos coercitivos
'La Orden', la historia de un joven que estuvo en un secta esotérica: "Me destrozaron la vida"
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Madrid
“Todavía tengo problemas de estrés, de insomnio, pesadillas que aún me duran con los años. Todavía sueño con el grupo. Me destrozaron la vida". Son palabras de Alejandro (nombre ficticio), víctima de una secta destructiva denominada La Orden. Hace tiempo que abandonó “el grupo” pero no puede huir de los malos recuerdos, continúa bajo tratamiento psicológico para curar las heridas que aún le acompañan.
Estrés postraumático, depresión o problemas de socialización son algunas de las secuelas que sufren las víctimas de estos grupos y su proceso de recuperación puede durar años. “Los psicólogos comparamos la salida como el regreso de un veterano de Vietnam, sufren estrés postraumático: recuerdos, flashbacks, ansiedad… Todo lo que la guerra no les ha permitido aflora cuando salen. A los adeptos les pasa lo mismo”. Así lo explica Laura Merino, psicóloga especializada en sectas destructivas y procesos de radicalización que está tratando a Alejandro.
¿Qué lleva a una persona a unirse a grupos como estos? Los especialistas alertan de que cualquiera puede caer en sus redes y ser víctima de sus abusos. No importa el nivel cultural o social, el 80% de los adeptos tienen estudios superiores. Hay perfiles de todo tipo. Aunque no puede definirse un único tipo de víctima potencial hay una serie de factores que pueden considerarse de riesgo: personas solitarias, dependientes o que sencillamente se encuentran en un momento de crisis personal en el que son más vulnerables y accesibles a los mensajes del grupo. Las sectas detectan cualquiera de esas debilidades y las utilizan para acercarse, cualquiera es susceptible de ser “enganchado”. Internet es uno de los principales puntos de captación pero las técnicas son muy variadas. Falsos mesías vendiendo atractivas mentiras y bajas la defensa, como Alejandro. Él era un joven como otro cualquiera, tenía ganas de vivir y de probar nuevas experiencias, estaba muy interesado en temas relacionados con la espiritualidad y la salud mental y por ello se interesó en las “doctrinas” de La Orden. Cuando entró en contacto con este grupo nada le hizo sospechar el infierno que se ocultaba detrás.
Es difícil hacer un cálculo de cuántas hay en España pero se estima que puedan ser más de doscientas. De lo que sí se tiene constancia es de que la pandemia está siendo terreno fértil para su proliferación: “Ahora vivimos en una situación de incertidumbre, de miedo, de problemas a nivel profesional. Las personas buscan soluciones, apoyo o un punto de seguridad al que agarrarse y, efectivamente, las sectas destructivas pueden estar ofreciéndolo. Oferta y demanda”, afirma la inspectora jefe experta en sectas de la Policía Nacional a la que hemos consultado. El miedo es un arma muy poderosa y esta pandemia nos ha traído mucha incertidumbre y desasosiego que, unidos a un contexto de distanciamiento social, son el mejor caldo de cultivo para estos grupos depredadores. Identifican tus necesidades, tus inquietudes y tus debilidades al momento y las utilizan para seducirte. Es el momento perfecto para desplegar los tentáculos y captar personas.
“Al ser una sociedad secreta no tienen teléfono. Solo puedes entrar si alguien del grupo te avala, por cooptación. Se hace siempre de esta forma”. El grupo en el que estuvo Alejandro, La Orden, lleva algo más de 15 años captando a personas en España a través de lo que se denomina Camino Universal. En medio de las muchas y variadas ofertas de peregrinación religiosa a Santiago de Compostela también abundan iniciativas de tipo “espiritual no cristiano” vinculadas a una interpretación esotérica del Camino y algunas están lideradas por sectas. Según él, La Orden es una ellas. Su propuesta es fácil de identificar, cinco peregrinaciones diferentes simbolizadas por una flor de cinco pétalos, una por cada continente que convergen en la ciudad compostelana. “La rosa blanca de la paz”, un enigma que encierra una realidad oculta por descifrar.
En La Orden el secretismo jugaba un papel muy importante: “Había que guardar secreto sobre todo lo que hacíamos, no podíamos contárselo a nadie. En ese sentido había mucha presión". El éxito de las sectas está en pasar desapercibidas, en permanecer ocultas. De ahí la importancia de actuar en la sombra, en los márgenes. Se camuflan bajo el disfraz de asociaciones altruistas, culturales o grupos de autoayuda para ocultar sus verdaderas intenciones. Están dirigidas por un líder autoritario, o por un grupo de líderes, que ejerce de forma muy sutil y a través de estrategias de persuasión coercitiva un control férreo sobre sus miembros cuyas vidas quedan atrapadas en una espiral de la que no es fácil salir. El silencio al servicio de un maestro o gurú que adoctrina y manipula. Es el denominador común de todas.
La historia de Alejandro no es la única. En España hay miles de afectados que también han vivido el miedo y la crueldad a manos de estos grupos y que encuentran muchas barreras a la hora de demandar. De la misma forma que hay un vacío asistencial también lo hay en el plano jurídico. “Hacen falta más abogados y fiscales especializados, más unidades de la Policía y también más psicólogos especializados. Pero, sobre todo, hay que animar a denunciar, para hacer visible un problema lo que hay que hacer es denunciar". Para Carlos Bardavío, abogado penalista experto en sectas, el comportamiento de estos líderes o gurús constituye claramente un delito de coacción pero el problema se plantea a la hora de probar en un juicio que, por ejemplo, las donaciones o relaciones sexuales mantenidas por las víctimas no fueron voluntarias. Para este abogado hace falta reformular la legislación y modernizar jurídicamente el término “persuasión coercitiva” para que los casos empiecen a juzgarse de otra manera ya que la mayoría de ellos son constitutivos de delitos muy graves. Sin embargo, Bardavío anima a las víctimas a visibilizar su experiencia sin pudor, a que cuenten lo vivido y denuncien. Es importante que lo hagan para protegerse jurídicamente como han hecho las víctimas de violencia de género en estos años, luchar para conseguir visibilidad y derechos.
La lucha de Alejandro empieza ahora. Ha querido contar su historia para exorcizar sus miedos y animar a que otras víctimas también lo hagan. Todavía le quedan muchos recuerdos pero sabe que algún día se marcharán. Solo teme una cosa: que el silencio siga protegiendo a los que fueron sus verdugos.
<p>El presidente de la Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad (RedUNE) expone en un artículo la necesidad de que se tipifique como delito la persuación coercitiva para proteger a las víctimas estos grupos destructivos</p>