Hipócritas que quieren aulas llenas en tiempos de iglesias vacías

Madrid

Empiezan a sonar estos días de agosto los tambores en el nuevo campo de batalla. Bueno, en realidad, en el viejo campo de batalla: las aulas, la educación, la formación de los niños y las niñas... No aprendemos.

Será que no tenemos remedio en este país. Cada ley educativa, cada cambio de currículo, una batalla, una guerra en el peor de los casos... Esta mañana basta con recorrer las portadas de la prensa conservadora.

Suenan los tambores, sí. Empiezan a calzarse las botas y a empuñar los teclados. Toca combatir lo que ya apuntan como un nuevo intento de adoctrinamiento en las aulas. Leo esos periódicos y encuentro un supuesto arsenal destructivo, peligrosísimo en manos del enemigo.

Asignaturas que proponen afrontar los problemas ecosociales, la huella ecológica de las acciones humanas, el reconocimiento de la variedad lingüística y dialectal de nuestro país, las actitudes de aprecio a la diversidad étnica y cultural, la conciencia del propio cuerpo y el bienestar físico, emocional y social, la construcción de género a través de modelos de igualdad y no estereotipados, una educación en valores para el ejercicio crítico de la ciudadanía, la conciencia personal y cultural, la convivencia, el carácter interconectado y ecodependiente de la vida en el entorno, la igualdad afectiva entre hombres y mujeres, el respeto a la diversidad, ... ¡Qué peligroso arsenal! Y si algunos piensan que esos son valores de la izquierda, quien tiene el problema es la derecha.

Así que se avecina otra batalla porque cómo se les ocurre plantear la educación como un proceso para formar ciudadanos con sentido crítico y conciencia, con valores y ética social, pudiendo aprender a sumar.

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¿Por qué van a aprender a respetar? Es mejor que les enseñemos que conocerse es pecado, que desearse, que desahogarse es pecado, que pensar, sentir, que decir es pecado, ...

Es mucho mejor tener fieles que ciudadanos, creyentes en la fe que militantes en la libertad. Hipócritas que quieren aulas llenas en tiempos de iglesias vacías.