'Madres paralelas', España como matria y una defensa de la memoria histórica
Una película imperfecta, que emociona y que traza una esperanzadora metáfora de la maternidad y de nuestro país con dos interpretaciones soberbias de Penélope Cruz y Milena Smit
Venecia
Todo el cine de Pedro Almodóvar, cineasta de un pueblo manchego surgido al albor de ese movimiento apolítico y hedonista que fue la Movida, es político. Sus películas, desde Pepi, Luci, Bon y otras chicas del montón -la primera- a Dolor y Gloria -la última- han reivindicado lo queer, la diversidad y libertad de género y sexo en un país con un gran peso de la tradición católica que entró en la modernidad de manera tardía.
Decía el cineasta, en Venecia precisamente, cuando recogía el León de Honor a su carrera, que se vengó de Franco en su cine. Nunca mencionó al dictador, era su manera de luchar contra él, hasta Madres paralelas, su último trabajo que ha inaugurado entre aplausos esta edición número 78 del Festival de Venecia.
Lo insólito en Madres paralelas es que el director, por primera vez, configura una bella y esperanzadora metáfora de España, de su pasado, su presente y su futuro. Tres generaciones están presentes en la película. Tres generaciones de mujeres que son, nos dice Almodóvar, las únicas capaces de mantener la memoria y avanzar con ella o pese a ella. Sí, hablamos de memoria familiar, pero sobre todo de memoria histórica. El gran escollo de España, y de todos y cada uno de los gobiernos que hemos tenido. La gran damnificada con la Ley de Amnistía del 77 y la gran derrotada de ese discurso de la Transición de perdonar, olvidar y no revolver. Un relato que todavía sostiene, desgraciadamente, una parte de la izquierda.
Como infiere el título del filme, cuenta la historia de dos madres solteras, Janis y Ana, de edades diferentes que dan a la luz a la vez y cuya maternidad va forjándose en paralelo en el Madrid actual. Una es joven y se arrepiente de seguir con el parto, la otra está pletórica ante el acontecimiento; pero ambas significan un nuevo modelo de familia, que no pasa por el que exige el patriarcado y que es libre y cambiante, como vemos a lo largo de la narración. Hay en esto una nueva mirada, la de romper las etiquetas sexuales, familiares, sociales, de género y poner la felicidad y las voluntades en el centro de todo.
Está Aitana Sánchez Gijón, la madre ausente, que se culpa , pero no se arrepiente. La madre por obligación. Está Penélope Cruz, la madre que necesita cerrar el pasado para seguir en el presente -con una impresionante evolución dramática y contenida. Está Milena Smit, la joven que empieza a tomar conciencia de su maternidad y de su legado. Gran descubrimiento como chica Almodóvar el de Smit, nominada al Goya por No matarás, y que da la réplica con naturalidad y valentía a toda una estrella como Penélope.
España es una matria para Almodóvar.
Una quiere quedarse a vivir en Madres paralelas, porque hay dolor, hay drama, hay horrores -violaciones, maternidades imperfectas, traumas familiares y los ecos de la dictadura-, pero en esa España que dibuja Almodóvar, hay justicia, hay libertad -la bien entendida, no la de tomar cerveza-, hay esperanza y hay dignidad. La dignidad de esos planos finales, donde el director nos acerca a una fosa común, de las miles y miles que inundan nuestro territorio, y donde los familiares encuentran la reparación y el descanso tras haberse reencontrado con sus muertos, asesinados por un régimen vengativo y criminal.
Por supuesto, Almodóvar se aleja del realismo, va y viene en su relato. Ponen los pelos de punta estas mujeres que relatan los asesinatos y desapariciones de sus antepasados y contrastan con el humor -siempre presente en sus películas- que usa para analizar a esos pijos “apolíticos”, representados por el personaje de Aitana Sánchez Gijón, espléndida en su monólogo de Lorca. O cuando retrata la espectacular casa de Penélope, cuyo personaje es una fotógrafa freelance que tiene dos niñeras a su sueldo. Nada de eso nos aleja de su metáfora, de su manera de decir que España no necesita olvidar, sino recordar, no necesita perdonar, sino dar dignidad y justicia.
Madres paralelas es una película imperfecta, pero esa imperfección no lastra nada, sino que le da todavía más belleza y encanto. Condensa todo lo que ha sido y es el cine de Almodóvar, una marca que tiene su espacio en la historia del cine y que se sustenta en una sucesión de diálogos explicativos, en cocinas de diseño, en un uso del color y la estética cada vez más depurado, en la mezcla del barroquismo y la austeridad, porque esta es la película más austera y teatral de su filmografía.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...