Kilian Jornet: "En la ciudad soy un extraterrestre"
La estrella del trail running cuenta desde su casa de Noruega cómo afectó a su vida la pandemia
Entrevista a Kilian Jornet (I)
23:14
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Bilbao
A Kilian Jornet (Sabadell, 1987) le gusta definirse como amante de la montaña. En ella es un deportista todoterreno: trail running, escalada, esquí o alpinismo. Cualquier deporte que tenga el medio natural como escenario no solo le gusta, sino que se le da bien. Ha ganado nueve veces la maratón de montaña Zegama-Aizkorri, ha subido y bajado el Everest dos veces en una semana, ha esquiado durante 24 horas seguidas... ¿Qué no sabe hacer Kilian Jornet? Vivir como la mayoría.
"En la ciudad soy un extraterrestre, alguien atemorizado, con ansiedad... Cada persona tiene sus lugares. El mío es la montaña. Ahí es donde no tengo máscaras y soy realmente quien soy", nos cuenta. Es más, sonríe al reconocer que la pandemia le ha evitado algunas estancias urbanas por motivos laborales. Por ocio nunca viajaría a una ciudad. "Una vez, había corrido con mi pareja una carrera en la isla de Reunión. Al terminar, nos fuimos a una isla cercana, muy conocida por sus playas, con la idea de estar allí una semana. Al segundo día, nos miramos y dijimos: Vámonos a Alpes, esto no es para nosotros".
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Pero él, como el resto, ha estado algo más lejos de las montañas durante un tiempo. La pandemia del COVID-19 detuvo en seco las competiciones. Ahora que todo vuelve a coger ritmo, Kilian reflexiona: "¿Cómo queremos salir adelante, volver a lo mismo o hacerlo de forma distinta? Tenemos que aprender de lo que hemos vivido. Esa conexión con la naturaleza y con el deporte que muchos han descubierto a raíz de la pandemia y la capacidad de hacer las cosas más despacio es algo que espero que guardemos para siempre, que no volvamos al mismo modelo socioeconómico que teníamos antes".
Kilian lo llama "volver a aprovechar el jardín de casa". Su jardín está ahora en las montañas de Noruega que rodean su casa, en la que convive con su mujer, la también deportista Emelie Forsberg, y sus dos hijas. Antes, su jardín estuvo en el Pirineo, donde creció junto a sus padres. Pero, ¿a qué montaña volvería cada mañana si solo pudiera escoger una? "¡Ostras! Es una pregunta imposible, ¡las quiero todas! Al final, da igual la que sea, grande o pequeña. Lo mejor de las montañas es que, cada día que sales, encuentras cosas nuevas. Siempre hay algo distinto y eso es lo que más me engancha de este deporte".