Difuntos, luto y fotos 'post mortem': memoria oral y escrita de la muerte
Viaje al Museo de la Escritura de Terque (Almería) para descubrir los rastros de la relación de gente con la muerte
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Terque
Nos guste o no, el 1 de noviembre nos arrastra a los cementerios y a todo lo que hay alrededor de la muerte. Así que no hagamos piruetas para esquivar lo inevitable.
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Terque es un pueblo de Almería que con menos de quinientos habitantes tiene un Museo de la escritura popular, un museo etnográfico, es la sede del museo provincial de la Uva del Barco, del museo La Modernista y también tiene el centro de exposiciones de La Cueva de San José. Tiene más museos que algunas ciudades.
El caso es que el Museo de la Escritura se recopilan documentos de la gente corriente que están relacionados con todas las facetas de la vida: cartas de amor, cuadernos de colegio, recetas, letreros de negocios, listas de ajuares... Pero en la escritura de nuestros mayores también quedaron los rastros de su relación con la muerte.
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El cementerio de Terque está en lo alto del cerro. Las casas y cuevas miran al sur subidas a las laderas de la Alpujarra almeriense. Más abajo está la vega del río Andarax.
Las campanas de la iglesia de Santiago tocan a difuntos.
"Aquí, todo el mes de noviembre hacían las novenas a las Ánimas. Y luego a la noche tocaban a las Ánimas, un toque de muerto".
Hemos sido recibidos en casa de las hermanas Solba Ruiz, las agujas, y la labor de costura están sobre la mesa. Presenta nació en 1922, es la mayor, tiene 99 años. Carmela, ya ha cumplido los 88.
Los responsos
"El día 1 de Todos los Santos iba el cura al cementerio después de comer y pasaba por todos los nichos. Y la gente decía - Yo lo quiero rezao, un responso -, porque valía más barato. Y si era cantado pues valía más. Entonces el sacristán que iba con él y el cura, lo cantaban".
Paca Romero Romero nació hace casi 85 años en el pueblo vecino de Alhabia. Panadera durante décadas en Terque, la llaman Paca la del pan. "Ahora no, ahora echan un responso en el centro. Pero antes tenían la costumbre de ir de nicho en nicho. Y entonces, a lo mejor valía una peseta o dos pesetas y se tiraban el cura y el monaguillo toda la tarde echando responsos. A la que no pagaba, no le echaban el responso. El responso era en latín y yo sabía responderle al cura.
Las ánimas
En una de las antiguas entradas al pueblo que da a la calle Real, se levanta la ermita de las ánimas. Alejandro Buendía, director de los Museos de Terque. "En todas las ermitas de ánimas está la Virgen del Carmen con las ánimas del Purgatorio entre llamas. Y como en todos los pueblos de la Alpujarra de Almería, a la entrada del pueblo estaba la pequeña ermita de ánimas. Todo el que entraba y salía del pueblo rezaba por las ánimas que pudiera tener en el Purgatorio. Al rezar, era la manera de que salieran lo antes posible".
Carmela: "Yo le rezo todos los días a la ánimas".
Presenta: "Yo he pedido que me despierten o que me llamen y me han atendido. Me han despertado o me han llamado".
Paca: "Entonces es que no teníamos nadie despertador y nuestro despertador eran las ánimas. Les rezábamos para que nos despertaran (…) Y decía mi abuela - Procuráis pagárselo, porque las ánimas son muy cobradoras, porque como están pendientes de las oraciones para salir del Purgatorio, no te perdonan si tú les ofreces un padrenuestro o cualquier cosa. Se la tienes que pagar porque no te dejan tranquila".
El museo de la Escritura popular de Terque
La Casa de los Yebra, una de las familias de la burguesía terqueña, es hoy Museo de la Escritura Popular. En sus vitrinas y archivos se conservan decenas de miles de objetos y documentos que dan testimonio de las vidas corrientes a través de la escritura: cartas de amor, felicitaciones, cuadernos de colegio, recetas, letreros de negocios, ajuares.
Alejandro Buendía: "Esto sí que tiene que ver con la muerte. Este es un bote de yodo y cuenta una historia. Dice "frasquito de yodo que llevamos en el botiquín de urgencias a la malograda excursión al Cerro de la Cruz de Huécija el 8 de agosto de 1931 y en el que, a causa de una grave caída por un barranco, falleció mi fraternal amigo Juanito Godoy que en paz descanse". Esa historia de una desgracia, la escribe en miniatura Paco Sánchez, boticario de Alhabia que fue uno de los muchachos que fue en aquella excusión".
O este duro de plata que aparece envuelto en un papel. Y el papel dice: "Último duro que me dio papá, que en paz descanse".
Esta vitrina está dedicado a esos recuerdos personales que quedan a través de la escritura".
La caja de ánimas
Paca: "La parroquia tenía una caja de madrea, un ataúd muy pobre, hecho por el carpintero del pueblo. Y los que se morían, que no podían costearse la caja, le llevaban a la casa, luego al cementerio, lo tiraban al hoyo y la caja se la volvían a traer para el siguiente".
Presenta: "Qué lástima. Yo vi echar al hoyo a una, los pobres de solemnidad... ¿Rosica la zapatera la conociste tú? Esa fue la que vi que la echaron al hoyo. La vi echarla y no se me olvida".
El luto
Alejandro Buendía: "Te voy a enseñar un diario de la contabilidad de Justo de Porras, en Terque, en el año 1899.
Cuenta de Manuel Ufarte
El día 18 de junio le presté para la enfermedad de su hijo 100 reales.
El 21 de junio para la caja 100 reales
El 23 para el entierro y el luto 400 reales
El 20 de julio para comer 24 reales
Este hombre era un prestamista".
Carmela: "De mi madre llevamos cinco años de luto. Tres años sin salir a la calle. Tres años de luto riguroso. Yo tenía 20 años y ella 18. Desde liego, qué atrasos..."
Presenta: "Si se salía de la regla, la criticaban porque no llevaba el luto".
Paca: "Los lutos eran terribles. Yo tenía 18 años cuando se murió mi padre y, además de unas medias gordas y el vestido negro, llevaba una gasa en el pelo. Era un crespón cuadrado y grande en el pelo. Y las viudas llevaban un medio manto. Las pobres llevaban una toquilla o un chal y las más acomodadas llevaban el medio manto. Yo me tiré casi dos años con el crespón en el pelo y entera de negro con unas medias de aquellas gordísimas del Faro de Calella. Medias finas te criticaban".
Carmela: "Cuando murió mi madre en el año 53, tuvimos que teñir toda la ropa porque no había dinero para comprar. Se compraban unos sobres de pintura, se ponía en agua caliente y ahí se metían arriba y abajo con las tenazas para que se pusiera negro. Y luego, de lo que dejaba (la ropa) nos poníamos los brazos negros. Una pena y miseria".
Presenta: "Te apañabas con lo que tenías y se terminó, porque no había nada de aquí".
Esquelas, cabellos y fotos post mortem
Alejandro Buendía: "Aquí tenemos algunos recuerdos referentes a la muerte. Esto aparece en una carta. Dentro de la carta aparece la fotografía de un niño y (un mechón de) cabello. Y pone en el sobre: Cabello de Julito. Subió al cielo el 8 de mayo de 1927. Para la abuela".
Antes de que Ángel Cantó Amate naciera, por esta casa de Terque corría una niña de tres años que se llamaba Lola, como su madre. Era el año 1933.
"Después de tres varones, una niña, mis padres estaban contentísimos. Le dio el sarampión. Entonces los médicos no sabían. Ni había medicinas tampoco. Y en tres o cuatro días se fue al otro mundo".
Cuando aquello ocurrió, un familiar propuso fotografiarla. "Entonces no había máquinas de hacer afotos. Y había un señor en Terque que tenía una máquina. Y un tío mío dicen que fue y le rogó que por lo menos le hiciera una foto. Estaba almorzando, pero aquel señor vino, le hizo la foto y es lo que tenemos de recuerdo".
La fotografía, ampliada y enmarcada, lleva colgada en las paredes de la casa de Ángel desde hace casi 90 años. "Y estará hasta que yo viva. Después, Alejandro dispondrá en el museo".
Alejandro: "En estas cajas del museo tenemos algunas de las fotografías post mortem. Y también algunos documentos como este, un testamento de 1889 de un abogado de Alboloduy , Antonio Blanes Castell: "Prohíbo se me afeite ni acicale de ninguna manera si fuera posible ser retratado antes de mi sepelio. Se saquen las fotografías que mis herederos, esposa o albaceas designen facultándoles para que luego las repartan como crean conveniente, pero de suerte que quede siempre una para cada uno de mis hijos...".
En este mundo de la escritura aparecen tantas cosas diferentes, la religiosidad popular, las creencias, las costumbres. Y de todo eso queda memoria en cualquier papelillo de los que recogemos en una casa, dentro de un libro. Me acuerdo que hace poco, en un libro de escuela de 1949, cuando se estrenó la película Gilda en Almería, que estuvo prohibidísima, aparece una anotación de un niño que dice: "Un millón por ver a Rita Hayworth en cueros".
Paca: "Mi abuela Paca, que le llamábamos la Mama Paca, era la Mama Paca de todo el pueblo. Cuando le decían - Ya tienes muchos años - ella respondía - No, no, yo no me quiero morir todavía para ver en qué queda eso".
Este reportaje ha sido posible gracias a la memoria de las hermanas Presenta y Carmela Solba Ruiz, de Paca Romero, Ángel Cantó Amate y a la colaboración de Alejandro Buendía, director de los museos de Terque.
Severino Donate
Llegó a la SER en 1989. Ahora hace reportajes.