Las Tudor y un trono difícilmente heredable
María, hija de Enrique VIII acabó quedándose con una corona que tenía muchos pretendientes
María era la madrina de Eduardo, y él había mostrado muchas veces su afecto por ella. Pero Eduardo, sobre todo por influencia de los que fueron los guardianes del reino y de su persona durante su minoría de edad, había progresado en el protestantismo de la iglesia inglesa, separándola más de los ritos y liturgias de la iglesia católica.
A principios de 1553 Eduardo se puso enfermo, y hacia mayo ya se temía que fuese una enfermedad letal, que lo acabó siendo: seguramente era tuberculosis. Así que dictó su testamento, explicitando que hermana María no debería ser la heredera. Esto era en gran parte por su catolicismo.
Tanto en el caso de María como en el de Isabel había un factor importante en la voluntad de Eduardo, o en la de su entorno. Que las dos princesas habían sido declaradas ilegítimas por su padre, y su rehabilitación no había sido completa. Es decir, Enrique las había incluido en su testamento, diciendo que en caso de no sucederle Eduardo, que lo hiciese María, y si no, Isabel.
Pero el testamento de Eduardo ignoró esta disposición de su padre y nombró como heredera de la corona a Lady Jane Grey, que era su prima segunda. Pero no parece que la religión fuese la única motivación. En el momento de la muerte de Eduardo, en julio de 1553, su regente era John Dudley. Y no adivinarás con quien estaba casado el hijo de Dudley?
Lady Jane tenía 16 años y el 18, con lo que todo lo que sucedió a partir del momento de la muerte de Eduardo fue cosa de John Dudley. El día después de la muerte de Eduardo, el 10 de julio, proclamó que Jane era la nueva reina de Inglaterra. Esto lo hizo Dudley con el respaldo de lo que podríamos llamar el consejo de ministros del reino, pero digamos que no calculó bien otros factores. El primero es que María, la hija primogénita de Enrique VIII, podía apelar al testamento de su padre para afirmar que ella era la reina legítima. Para evitar que hiciese eso, lo tradicional hubiese sido, no nos vamos a engañar, liquidar a María.
O, en el mejor de los casos, tenerla presa para que no pudiese estorbar. De hecho, Dudley intentó que Mary acudiese a Londres, diciéndole que viniese a la capital para visitar a su hermano moribundo, pero ella supo ver que era una excusa para capturarla. Así que en lugar de eso se fue a la zona de Norfolk, al noreste de Londres, donde sabía que había muchos seguidores católicos. Desde ahí, escribió al consejo real dando ordenes para que se la proclamase reina.
El nueve de julio Dudley y sus seguidores proclamaron reina a Lady Jane, pero Mary no se quedó con los brazos cruzados. Reunió a una fuerza militar que avanzo hacia Londres. Pronto se vio que María contaba con mucho más apoyo popular, el 19 de julio fue depuesta Lady Jane como reina. Tanto ella como Dudley fueron encarcelados en la Torre de Londres. María entró triunfante el tres de agosto, acompañada por su media hermana Isabel y por cientos de nobles.
Eel apoyo a María estaba basado en que mucha gente veía más lógico su ascenso al trono que no el de la nieta de la hermana de Enrique VIII. Y no les faltaba razón. Lo que sí que creo es que Lady
Jane era sólo un peón en una partida que estaban jugando otros. Ella se encontró en la cárcel, junto con su marido y su suegro, por haber ocupado durante 10 días un trono que no nos consta que ambicionara mucho. Y ojo, María también lo vio así… al menos inicialmente.
A María, que sabía que todo el consejo del reino inicialmente había dado apoyo a Lady Jane, le convenía más la línea narrativa que ponía todas las culpas en John Dudley, como conspirador que había arrastrado a los otros con engaños. Así que inicialmente, él fue ejecutado mientras que su hijo y Lady Jane permanecieron encarcelados.
El final de Lady Jane
Al final tanto Jane, como su marido, otros dos hijos de Dudley y el anterior arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, fueron juzgados el 13 de noviembre de 1553. Todos fueron sentenciado a muerte, y a Jane se la acusó de haberse apropiado del título y los poderes del monarca, con lo que se le dio a escoger entre morir en la hoguera o decapitada. Pero en un principio, la reina la perdonó la vida. Pero está claro que la suerte no la iba a acompañar en su corta vida. Y por razones que poco tenían a ver con ella. De hecho, lo que provocó la muerte de Jane fue una boda. O mejor dicho, unos planes de boda. En enero de 1554 se supo que la reina María se quería casar con su primo, el rey Felipe II de España. Esto provocó una revuelta contra la reina, a la que se unieron el padre y dos hermanos de Lady Jane. Así que la reina revirtió su clemencia anterior y ordenó que fuese ejecutada, junto con su marido, el 9 de febrero.
Lo que si sabemos es que Lady Jane era protestante. Lo sabemos porque María le dio tres días de gracia, posponiendo su ejecución, para ver si se convertía a la fe católica. El capellán que la reina mandó para “salvar el alma” de Jane no tuvo éxito en su misión y el 12 de febrero de 1554 tuvo que ver como pasaban por delante de su ventana los despojos de su marido, que había sido ejecutado antes que ella. Habiendo escogido la decapitación, admitió su culpa en la rebelión estando en el cadalso, pero también afirmando que había actuado de forma inocente. Después de perdonar al verdugo, le taparon los ojos y la decapitaron. Como nota al pie, vale la pena recordar que la reina María no consiguió su objetivo de reconvertir a Inglaterra en un reino católico, porque su reino duró sólo cinco años, muriendo a los 42 años y dejando el trono en manos de la otra hija de Enrique, Isabel.