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Guerras sin armas

La crisis de refugiados en Bielorrusia ha recuperado el concepto de guerra híbrida

Guerras híbridas

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La frontera bielorrusa acumula centenares de personas utilizadas “como una pelota de ping pong” por el régimen de Alexandr Lukashenko. Algunos incluso han perdido la vida por frío e inanición, según relatan los periodistas en el terreno.

Esta última crisis de los refugiados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia ha recuperado un concepto recurrente en los últimos años, el de “guerra híbrida”. Una guerra no tradicional, sin armas, para desestabilizar un país. Pablo Moral, de Orden Mundial, explica que son “aquellas actividades multidimensionales utilizadas de manera coordinada como herramientas de poder para obtener fines políticos”.

Esas actividades adquieren desde dimensiones económicas, por ejemplo, con sanciones, a la cibernética con ataques a infraestructuras críticas, al ámbito informativo con la desinformación o con filtración de información sensible. Y sus objetivos son muy dispares, enfocados a “explotar las vulnerabilidades específicas del adversario”.

La crisis migratoria se ha interpretado como guerra híbrida porque se considera que Bielorrusia está utilizando a esos seres humanos para llevarlos a la frontera y desestabilizar a Polonia y, por extensión, también a la Unión Europea. Moral asegura que en este caso Bielorrusia, como en los de Marruecos o Argelia, estos países saben que uno de los talones de Aquiles de la UE es la política migratoria y por eso lo utilizan a su favor. Así, logran “ventajas estratégicas que se conseguirían en una guerra, pero sin asumir los costes y los riesgos de una guerra”.

Pero estos ataques también pueden proceder de actores no estatales como los grupos terroristas combinando dimensiones económicas, dimensiones políticas y dimensiones informativas como el uso de la propaganda, porque son herramientas “accesibles a cualquier actor”, dice Moral. Y este tipo de guerra permite escalar y desescalar el conflicto en función de su avance.

El experto pone como ejemplo de guerra híbrida las actuaciones de Rusia cuando utiliza el gas, el apoyo a distintos grupos políticos que erosionan la estabilidad en la Unión Europea buscando la polarización política y con campañas de desinformación.

Para los Estados es difícil prepararse contra este tipo de ataques. “La respuesta no es sencilla, sobre todo para un Estado democrático, porque estas amenazas híbridas se mueven en un ámbito de ambigüedad” que los actores aprovechan para ejercer presión, explica Moral. “Una respuesta contundente como puede ser el uso de la fuerza armada no se justificaría en el caso de una de una actividad como el corte del suministro de gas o la llegada masiva de refugiados”.

Además, Moral señala que los protocolos de Derecho Internacional se acordaron hace ya décadas en un mundo que no tenía nada que ver con el mundo de ahora. “La interdependencia generada e con la globalización y las interconexiones económicas, la digitalización, etc., ha hecho que muchos de esos convenios se hayan quedado obsoletos”.

Eso complica que se aplique el criterio de la proporcionalidad a la hora de responder. Así, lo que se suele hacer es contestar con el uso de sanciones económicas para intentar contrarrestar la presión. Y en el caso de herramientas como la desinformación, se aplican medidas más particulares como acciones preventivas de fact checking para abordarlo en su especificidad.

 
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