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'Sexo en Nueva York' y la injusta responsabilidad del alegato feminista

Con el estreno de 'And just like that', continuación de las aventuras de Carrie Bradshaw en la Gran Manzana, analizamos la huella de la serie de HBO Max en el audiovisual

Las protagonistas de 'And just like that' / HBO MAX

Madrid

Los tiempos han cambiado, y las protagonistas de Sexo en Nueva York, a la fuerza, tenían que hacerlo también. Ya se ha estrenado la continuación de la serie 17 años después de su final. And just like that es el título de esta nueva entrega que prescinde del personaje de Samantha, y es que la actriz Kim Cattrall ha dejado patente en muchas ocasiones que odia a sus compañeras de reparto. Kristin Davis, Cynthia Nixon y Sarah-Jessica Parker vuelven a pisar las calles de Manhattan presumiendo de vida sexual pero buscando el amor desesperadamente. Ahora la columna de Carrie Bradsow se ha convertido en un podcast, las chicas tienen aplicaciones de ligar en el móvil y lo que era una serie de blancas de clase media-alta trata de abrirse a la diversidad con el primer personaje no binario.

HBO Max ya ha estrenado los dos primeros capítulos de esta secuela tardía de una de las series que más se ha utilizado como emblema del feminismo de finales del siglo XX. Durante la última década se ha criticado Sexo en Nueva York desde muchos sectores, se la ha acusado de no ser tan feminista como en un primer momento se pensó, de frivolizar sobre el consumismo…

“El propio productor Darren Starr la vendió como una defensa de la mujer, y esto no es así”, dice Ana Lanuza, profesora de comunicación de la Universidad CEU San Pablo. “Decir que es un alegato feminista es reducir la serie, y es mucho más compleja. Los propios personajes tienen un desarrollo que no es lineal, tienen sus contradicciones. Describe con mucha brillantez un escenario de confusión más que ser un alegato”, considera sobre el eterno debate del feminismo en sus guiones.

Sexo en Nueva York tenía cuatro (ahora tres) protagonistas estereotipadas, con personalidades muy marcadas, muy diferentes, pero que todas compartían la independencia, el haberse hecho a sí mismas. Una representación que, a juicio de la profesora, que ha escrito varios artículos analizando la serie, nunca tuvo la intención de reflejar a la sociedad americana. “Las cuatro protagonistas no representan a la mujer americana. Son blancas, formadas, con un ritmo de consumo alto… Es una serie indiscutiblemente femenina, donde las protagonistas se enfrentan a unos procesos vitales y desarrollan su vida en un escenario tan simbólico como Nueva York”.

Las protagonistas hacen alarde de su independencia sentimental, del sexo como disfrute, de la posibilidad de ser felices sin estar con un hombre. Pero al final, todas acaban emparejadas como en cualquier relato romántico, lo que hizo que recibiera muchas críticas. Ana Lanuza no cree, sin embargo, que la serie haya sido incoherente con su idea. “La premisa de la que parte la serie es de mujeres sin problemas, sin conflictos, consumistas, profesionales, que toman sus propias decisiones…, una premisa que entra en crisis de manera permanente a lo largo de la serie”.

Miranda acaba en Brooklyn con un niño, con una suegra, con un hombre que profesionalmente vale mucho menos que ella, y el marido de Charlotte seguramente no sería el primero que habría elegido de forma normal. Todas las protagonistas acaban satisfaciendo sus anhelos, eso sí, sin olvidar las renuncias que hacen para ello. “La serie es válida y gana sinceridad si no se ve desde el punto de vista reduccionista”, considera la académica.

Además del tratamiento del sexo, que podría considerarse como lo únicamente novedoso dentro de la serie, la representación de la familia también se renovó enormemente, llegando a dinamitar su significado más tradicional. El matrimonio y la maternidad siempre han estado muy presentes y han atravesado a todas las protagonistas. “El matrimonio aparece como un símbolo de estatus, más que como una unión positiva que te realice, es una visión muy materialista. El matrimonio tradicional sale muy mal parado”, considera Lanuza sobre los modos de representación de la pareja.

 
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