Éric Besnard: "Me interesa el sentido político del restaurante y la vuelta a la provincia"
El cineasta francés estrena 'Delicioso', la historia del primer restaurante en el siglo XVIII
Madrid
Nos trasladamos a 1789, meses antes de la Revolución Francesa. El acontecimiento histórico que supuso el fin de las monarquías absolutistas es el escenario en el que se enmarca ‘Delicioso’, una historia que recrea la aparición del primer restaurante en Francia que firma Éric Besnard.
Pierre, interpretado por Grégory Gadebois, es un fantástico cocinero que trabaja al servicio del duque de Chamfort. Sin embargo, un día es despedido por innovar en sus platos culinarios e introducir al menú dos alimentos prohibidos: la trufa y la patata. El protagonista, que ha perdido toda la pasión por la cocina, se retira acompañado de su hijo a una casa en la campiña francesa donde decide comenzar una nueva vida al margen de la cocina. Pero su interés por la profesión florecerá de nuevo gracias a la llegada de Louise, a la que da vida una estupenda Isabelle Carré.
Besnard, conocido por sus anteriores filmes como 'Cash' o 'Pastel de pera con lavanda', nos recibe en un hotel madrileño donde promociona su nueva cinta.
¿Cómo surge esta historia? ¿Qué relación tiene la gastronomía con la Revolución Francesa?
Era una reflexión sobre el modelo francés. Como director francés me interesaba saber cuál era la especificidad de mi país. A partir de ahí me puse a buscar y uno de los aspectos más importantes era la Revolución Francesa y todo el Siglo de las Luces y sus filósofos. Leyendo sobre ello, intentando refrescar la memoria, encontré en un libro la creación del primer restaurante. Fue antes de la Revolución y yo creía que era mucho anterior así que empecé a comparar documentación sobre este tema y comprendí que el restaurante era una idea típica del siglo de las luces y a partir de ahí tenía un vehículo para contar lo que yo quería a través de un tema particular. Me encontré con un hilo para hablar sobre un tema pero a través de la gastronomía y me pareció una buena base.
¿Cuál fue su proceso de documentación?
Todo es cierto y todo es falso, todo lo que se dice, desde la prohibición de la trufa y la patata hasta la creación de la bandeja de quesos, la transformación de las casas de postas… todo eso es cierto. Pero el personaje de Pierre Mancerot no existió. No tenemos documentación sobre los primeros restaurantes en provincias, los quince primeros se crearon en París, sabemos dónde y estaban todos en la misma zona cerca del Palacio Real, queda uno que todavía existe. A mi no me interesaba eso, sino el sentido político del restaurante y la vuelta a las cosas sencillas y a la tierra, el terruño, que es la provincia. El paralelismo entre aquella época y la nuestra era mi caballo de batalla; entre una sociedad del parecer, de las apariencias –de las clases dirigentes encerradas en una burbuja que no ven la realidad– y un pueblo que sufría cada vez más. Es impresionante la cantidad de puntos en común que hay con situaciones actuales.
Menciona las apariencias. ¿Está la sociedad francesa muy preocupada por su imagen?
Francia no es una excepción en el mundo occidental. Desde los años 80 la zanja entre ricos y pobres no ha dejado de agrandarse. Antes era al contrario, se iba reduciendo. En el siglo XVIII pasa lo mismo. Hay gente que cada vez se enriquece más y que está cada vez más alejada de lo real; por otro lado, hay gente que hace lo que puede pero llega un momento en el que ya no puede más. En el siglo XVIII el aumento precio del pan fue una de las causas que generó la Revolución Francesa porque las cosechas de ese año fueron desastrosas. Los Chalecos Amarillos empezaron a manifestarse cuando también aumentó el precio de la gasolina.
Los dos personajes masculinos (padre e hijo) son muy diferentes. Pierre, el protagonista, abandona el interés por la cocina tras perder su trabajo y se conforma con la nueva vida que le espera. Sin embargo, su hijo es muy consciente de la humillación a la que se ha visto sometido su padre.
Quería crear un personaje que fuera víctima de su clase social. Por mucho que le humillen no se siente así. Solamente podrá salir de esa situación cuando otros personajes le hagan sentir confianza en sí mismo, que será a través del personaje femenino. El hijo está absolutamente sumergido en las lecturas del Siglo de las Luces, mira hacia el futuro, hacia el mañana, no es víctima de su clase social, es el que puede trascender y pasar de una clase social a otra. Es el papel obligatorio de la juventud, recordar que el lugar donde has nacido no tiene por qué cerrarse, es posible salir de ahí.
¿Cree que en la actualidad esto funciona igual? ¿Son las generaciones más jóvenes las que denuncian las injusticias y salen a las calles?
Sí que creo que hay una juventud que denuncia. No estoy de acuerdo con todo lo que se dice, no siempre estoy con los jóvenes, pero no creo que un modelo de pensamiento único y dominante sea sano. Era así para el catolicismo en el siglo XVIII y es lo mismo para el liberalismo en el siglo XXI. Me molesta mucho cuando dicen: “Es que es lo que hay”. Los ultraliberales han impuesto un pensamiento único al que yo me enfrento desde que tengo 18 años. Mi generación perdió esa batalla, claramente, pero si mañana la podemos vencer, pues chapeau.
El personaje femenino funciona como motor de cambio en la actitud de Pierre. ¿Por qué?
Desde hace bastantes películas mis personajes son metáforas de lo que soy. Entre un cocinero y un director hay muchísimos puntos en común. Intento ver que es la mirada del otro [la de la mujer] lo que te inspira a tener suficiente confianza en ti mismo para poder intentar avanzar y progresar. A partir del momento en el que tuve un personaje que estaba encerrado en su clase social y que no tenía confianza en sí mismo tenía que hacer llegar un personaje femenino. Me pareció muy interesante y muy tentador que fuese la primera mujer en la cocina. Parto de esa idea y me pregunto: “¿Qué puede hacer en el siglo XVIII una mujer?”. Puede ser una sirviente, una prostituta o una aristócrata. “Pues van a ser las tres cosas”, me dije. Y así se convierte en el personaje motor de la película.
Los franceses preserváis el cine de autor mejor que nadie, solo hay que ver los últimos premios en los festivales internacionales. ¿Cómo vive el sector estos tiempos tan convulsos? Restricciones por la emergencia sanitaria, un enorme auge de las plataformas…
Por mucho que estés convencido de que vas a perder esa no es una razón para no pelear. «Resistente» es una palabra muy noble. Desgraciadamente el sistema te transforma en un consumidor puro y duro. El modelo de cine francés ha protegido nuestro cine muy bien pero ahora hay que mirar la verdad de frente y hay que aceptar que la gente que va al cine en Francia es gente mayor y eso es un indicador muy malo, el peor. Habrá que vivir en esa confrontación.