Cuando la comida sabe a gasolina
La pérdida del gusto y del olfato es una secuela del COVID-19 que sufren 4 de cada 10 pacientes y, además de afectar a su vida personal, en muchas ocasiones también lo hace a la profesional
Episodio 2 | La vida tras la lucha y la enfermedad
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Madrid
Es una de las secuelas de COVID-19. La pérdida del gusto y del olfato. Lo suelen padecer 4 de cada 10 pacientes. Viven sin dos de los sentidos, que cocineros y restauradores necesitan para trabajar. Y al drama personal se une la limitación profesional.
Perder el gusto y el olfato por COVID
10:53
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Antonia perdió el gusto y el olfato de golpe. Madre de familia, cocina a diario, de oídas y a ojo. "No huelo si se me quema la comida. Antes mientras cocinaba me podía mover por otras habitaciones, pero ahora no puedo perder de vista la olla", nos cuenta, mientras comprobamos que no huele ni el limón, ni el amoníaco ni la lejía. "Para mí es agua, no huele a nada. Si me pones en un vaso transparente lejía, como además no tengo gusto, me la podría beber perfectamente", explica Antonia.
Ella lleva meses en terapia olfativa y ha conseguido, después de casi seis meses, distinguir el dulce, el salado, lo ácido y lo amargo. Cocina por recuerdos, se sigue perfumando, le da seguridad y hace una semana se emocionó al cortar una cebolla. "Hace una semana empecé a picar cebolla y empecé a llorar, me picaba la nariz y me emocioné. Llevaba un año sin sentir la cebolla. Fue la señal de que estoy avanzando".
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Cuando recibes el olor alterado
Es el caso de Clara, 26 años. Al principio sufrió la pérdida del gusto y del olfato, pero meses después su problema es que el olor le llegaba distorsionado. "De repente me di cuenta de que todo lo que probaba me sabía parecido al olor de la gasolina. Me acuerdo de un huevo frito que prácticamente lo tuve que vomitar. Un sabor muy desagradable. Yo digo sabor COVID", nos cuenta. Durante ocho meses ha tomado pastillas a diario. "Son medicamentos que son antiepilépticos, que se usan para tratar trastornos nerviosos. Me explicaron que el virus te afecta al nervio olfativo, que se había desconfigurado, por decirlo de alguna manera, y que se había olvidado de como percibir los olores y los sabores".
El drama de cocineros y restauradores
Perder el olfato y el gusto complica la vida a nivel personal, pero hay gente que además se ve inhabilitada en su vida profesional al perder dos sentidos que necesita para trabajar. Es el caso de Susana Vida, 51 años, gallega es docente de hostelería, forma a camareros y ya no puede evaluar. "Se supone que yo tengo que hacer catas con mi alumnado. Las he tenido que delegar en un compañero. Yo ya no me puedo encargar de eso. Lo mismo le pasa a Mikel Gastañares, chef de profesión. "Cuando hacía unos callos, un guiso, una vinagreta, cualquier elaboración culinaria, pruebo y no me sabe a nada. A los compañeros les tenía que pedir que le probaran para coger el punto del plato", explica el cocinero vasco.
¿Hay tratamiento? ¿Cómo se entrena el olfato?
En el hospital Clínico San Carlos de Madrid hay una unidad del olfato del servicio de Otorrinolaringología. Tratan a pacientes infectados de COVID-19 a través de un entrenamiento que consiste en la estimulación repetida de la vía olfatoria para recuperar la funcionalidad perdida tras la enfermedad, que se denomina Anosmia, mediante una selección de olores. Pablo Sarrió es responsable de la unidad. "En principio es un tratamiento que realiza el paciente en su casa con un kit de 4 olores, podrían ser más y deberían dedicar diez minutos por la mañana y por la noche para hacer memoria olfativa.
El médico nos cuenta que todavía es pronto para determinar el perfil del paciente que sufre este trastorno, pero sí certifica que por la consulta pasan más mujeres que hombres con una edad media en torno a los 45 años y confirma que las nuevas variantes como la ómicron afecta menos al olfato. Depende mucho de la variante del virus y de la región. De hecho, en China el origen de la pandemia apenas se reportaban casos de esta enfermedad que en la mayoría de los casos se cura, aunque el proceso es lento y sólo en algunas ocasiones puede quedar como secuela permanente de COVID-19.