Ocio y cultura

Libertad condicional para un funcionario de EEUU que robó un 'dalí'

La obra, valorada en 250.000 dólares, fue destruida por uno de los vigilantes de la prisión de Rikers Island

Uno de los cuatro funcionarios de la prisión neoyorquina de Rikers Island detenidos por el robo de un dibujo de Dalí expuesto en la cárcel ha sido condenado a cinco años de libertad condicional tras confesar que participó en el rocambolesco episodio que culminó con la destrucción de la obra, valorada en 250.000 dólares.

El vigilante de la prisión Timothy Pina, de 45 años, reconoció haber participado en el robo de la obra y será sentenciado a cinco años de libertad condicional en virtud de un acuerdo alcanzado con la fiscalía, que evita la celebración de juicio. El funcionario también deberá renunciar a su empleo en el Departamento de Prisiones.

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Otro antiguo funcionario, Mitchell Hochhauser, ya fue condenado en noviembre pasado a una pena máxima de tres años de cárcel por el mismo caso, y Gregory Sokol, empleado también en el mismo centro penitenciario, está a la espera de juicio. Tras la detención de los cuatro funcionarios, uno de ellos confesó haber destruido la obra, presa del pánico, ante el temor de que fueran descubiertos.

ROCAMBOLESCO EPISODIO

El dibujo daliniano representa a un Cristo crucificado dibujado a carboncillo y estaba expuesto en una sala próxima a la entrada de la prisión de Rikers Island, hasta que se descubrió su desaparición en marzo del pasado año.

Dalí regaló en 1965 el dibujo al Departamento de Prisiones de Nueva York, como compensación por haber cancelado una visita que tenía programada al centro penitenciario.

Sin embargo, el pintor catalán nunca imaginó que su relago a modo de excusa sería destruido por los propios guardianes de la prisión. El robo se llevó a cabo durante una falsa alarma contra incendios. Uno de los guardianeslo sustituyó por una copia mediocre. Lo escondió primero en su coche y luego en casa de su madre, en Brooklyn, antes de destruirlo. Posteriormente, otro funcionario que solía rezar ante el cuadro, cayó en la cuenta de que la obra ante la que pronunciaba sus oraciones diarias llevaba curiosamente unas grapas que no siempre había observado.

 
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