Llamazares movilizó las calles, pero resbaló en las urnas
Este asturiano de adopción ha revalidado su gestión al frente de IU
Gaspar Llamazares afronta con balance agridulce la reelección como coordinador general de IU, después de cuatro años de pragmatismo en sus alianzas con el PSOE y los nacionalistas, y tras liderar en las calles la batalla contra el PP, pero sin dar con la fórmula para traducirla en una subida de votos.
Elegido sucesor de Julio Anguita en 2000, este asturiano de adopción (nació en Logroño hace 47 años), ha convencido a la mayoría de los delegados asistentes a la VIII Asamblea de IU, de su programa rojo, verde y de alternativa feroz al PP, pero también de la necesidad de no "echarse al monte" e influir en los socialistas, a los que apoya desde fuera del Gobierno.
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Precisamente sus buenas relaciones personales con el presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, han sido determinantes para que IU se haya convertido en un respaldo casi permanente a las iniciativas del PSOE en el Congreso. Esta política le ha valido críticas en el seno de IU, ya que le acusan de rebajar el perfil hasta llevar a la federación a un camino de práctica desintegración a la sombra del partido mayoritario.
Pero Llamazares defiende que prestó parte de su voto al PSOE y por tanto está en disposición de reclamar un giro a la izquierda en las políticas del Ejecutivo. Su influencia se ha visto recompensada con un giro social en algunas iniciativas gubernamentales, incluidos los Presupuestos Generales del Estado para 2005.
MOVILIZADOR DE LA CIUDADANÍA EN LA CALLE
Además, en su cargo de presidente-portavoz del grupo parlamentario, Llamazares se ha encargado de la mayoría de los grandes debates, incluida la comisión de investigación sobre el 11-M. A grandes rasgos, esta ha sido la situación de la formación desde que en las elecciones generales del 14 de marzo IU bajara de ocho a cinco diputados, y el PP perdiera el Gobierno.
Antes, Llamazares lideró las movilizaciones que se sucedieron desde la huelga general de junio de 2002, a las provocadas por el hundimiento del petrolero "Prestige" a finales de ese mismo año, y, sobre todo, la entrada de España en la guerra de Irak en marzo de 2003. La antipatía entre Llamazares y el por entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, se fue acrecentando de forma manifiesta a medida que se iba crispando el clima social, con la participación activa del líder de IU.