Y después de la muerte del Papa, qué
La larga liturgia entre la muerte de un Papa y el nombramiento de uno nuevo
La muerte del Juan Pablo II abre un proceso fijado por la normativa vaticana. Cuando fallece un Papa se suprimen todos los cargos menos los de la Cámara apostólica, el cardenal camarlengo, cargo que actualmente ocupa el español Eduardo Martínez Somalo, el penitenciario mayor y el vicario para Roma.
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El cardenal camarlengo tiene entre sus funciones confirmar la muerte del Papa, a través de un ritual que consiste en golpear suavemente la frente con un pequeño martillo de plata, preguntando al difunto, por su nombre de pila, si está muerto. Al tercer silencio, certifica la muerte, en voz alta con la frase "Vere papa, mortus est" (En verdad el Papa ha muerto). Después retira el anillo del pescador, y lo destruye para evitar la falsificación de documentos. Luego, precintan las habitaciones del Papa en las que nadie podrá entrar hasta que se haya elegido a su sucesor.
Martínez Somalo será el encargado de comunicar la muerte al cardenal vicario de Roma, Camilo Ruini, quién dará la noticia al pueblo, y al decano del Colegio Cardenalicio, cardenal Joseph Ratzinger, que informará a los cardenales de todo el mundo.
Una vez transmitida la noticia del fallecimiento, con el tañer de las campanas de la basílica de San Pedro, se inicia el proceso de embalsamamiento y vestimenta del Pontífice, que es trasladado por ocho guardias nobles hasta la Capilla Sixtina. El trayecto se hace en silencio y el cuerpo del Papa es escoltado por prelados que llevan cirios amarillos. Tras el velatorio, al que asisten algunos fieles y clérigos, se entrega el cuerpo a los canónigos de San Pedro, a quienes corresponde vestirlo con sus hábitos papales.
Desde este momento comienza un periodo de nueve días consecutivos en el que se celebran exequias en sufragio de su alma, los novendiales. Durante tres días se expone el cuerpo en la Basílica de San Pedro, en tres ataúdes distintos, para que los feligreses le dediquen un último adiós. Entre el cuarto y el sexto día, se celebra la ceremonia del entierro en la Plaza de San Pedro ante presidentes y reyes de todo el mundo.
La elección debe ser por medio de voto individual y secreto, acatando las modificaciones efectuadas en la Constitución Apostólica por Juan Pablo II, en 1996. Debe ser elegido por mayoría de dos tercios. Transcurridas 60 votaciones, bastará la mayoría simple. Después de cada votación se queman las papeletas. Si no se ha llegado a un acuerdo, se queman las papeletas con paja humedecida, con lo que sale una columna de humo negro, visible en la Plaza de San Pedro. Cuando se consigue elegir al nuevo Pontífice, las papeletas se queman con paja seca, lo que da un humo blanco, conocido como fumata Bianca.