El Betis empata en Mónaco (2-2) y se clasifica para la Champions

Dos puñaladas certeras de Oliveira metieron al Betis en Liga de Campeones, gracias al empate (2-2) cosechado en el Luis II de Mónaco, otrora tumba de deportivistas y madridistas. Lopera no se arrepentirá nunca de haber cerrado la continuidad del punta brasileño después de que éste se borrara del encuentro de ida (por una supuesta lesión muscular), tras hacer público su deseo de marcharse. Eso sí, Serra Ferrer ya tiene deberes para mejorar las habilidades defensivas de los suyos.

El Betis de Sevilla, como insistió en recalcar la retransmisión francesa, desaprovechó una gran ocasión para haberse marchado al vestuario con media plaza en la presente Liga de Campeones en el bolsillo. El certero remate de cabeza de Oliveira lo merecía, así como el dominio del juego en los primeros compases del encuentro, en los que los de Serra Ferrer manejaron el balón con cierto criterio. Un medido pase de Xisco desde la banda izquierda propició el gol del brasileño, que hizo gala de su habitual instinto asesino.

Pero ahí se acabó el Betis, que tras el tanto dejó de ser reconocible. Perdió el balón -aunque más pareció concederlo al rival- y con él la posición en el campo. El equipo dio un conformista paso atrás, moviéndose demasiado cerca de Doblas. Y llegaron los apuros en oleadas. Las continuas pérdidas de balón en el centro del campo -el Betis hizo buena la presión de los hombres de Deschamps- y el empuje de los corpulentos Adebayor y Kapo, dejaron en evidencia a la zaga verdiblanca. Tras un par de avisos serios de Adebayor y Gerard, el ex barcelonista envió el balón a la escuadra y celebró con furia su primer gol con el conjunto monegasco.

Pero la cosa pudo acabar peor de no ser por las habilidades de Doblas para deterner penaltis y el opotunismo de Juanito. El primero sacó una mano milagrosa en una pena máxima lanzada por Meriem, tras una dudosa falta de Melli sobre Evra; el segundo salvó en plancha (de cabeza) y a ras de césped, un balón rematado por Meriem tras una salida en falso del propio Doblas.

El guión del duelo no varía tras el intermedio

La bestia negra del Deportivo y del Real Madrid en el Luis II de Montecarlo, parecía encontrarse a sus anchas frente al deshilachado conjunto bético. La distancia entre Doblas y Oliveira se hacía eterna y el Mónaco era dueño y señor del partido. Tan sólo las alarmantes dificultades goleadoras del conjunto de Deschamps mantuvieron con vida a los de Serra Ferrer. Feo, muy feo lo vio el técnico mallorquín, que tras sustituir a un desaparecido Joaquín por Varela, apostó, con la salida de Nano -sustituto de Xisco-, por apuntalar la defensa con una línea de cinco hombres.

Pero cuando peor se pusieron las cosas, tras el gol de Maoulida en la enésima segunda jugada ganada por los locales, apareció de nuevo Oliveira, el salvador. Aunando talento y fe a partes iguales, el brasileño convirtió un ataque frente a tres defensas y el portero en un gol que vale una Champions, la primera en la historia del equipo bético, el estreno de un equipo andaluz en la máxima competición continental.