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FÚTBOL / PRIMERA

El Real Madrid remonta y golea al Cádiz (3-1)

Víctor Espárrago no vino a Madrid de visita. Vino a por el partido. Y tenía un plan, una estrategia. Y resultó sorprendente, porque arrancó el Cádiz con mucha valentía, con las líneas muy adelantadas y una estupenda disposición táctica para la presión, el ataque y el repliegue.

Además, se sentía como en el Ramón de Carranza, apoyado por unos seis mil gaditanos, y el equipo estaba muy enchufado, especialmente el rapidísimo Estoyanoff, "Mortadelo" Mirosavljevic, Benjamín y Medina.

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López Caro también tenía un plan, pero tardo más diez minutos en ponerlo en práctica, diez minutos en los que recibió cuatro saques de esquina y en los que el protagonismo cayó sobre Casillas y los jóvenes hombros de Mejía y Sergio Ramos; lo cierto es que les sobra fuerza, andan muy rápidos y no suelen perder la concentración. Además, juegan con una intensidad contagiosa.

Poco a poco comenzó a carburar el Madrid, justo el tiempo que tardaron en jugar al fútbol Guti y Zidane. Llegó un estupendo cabezazo de Ramos y un disparo con mucha intención de Robinho y el equipo parecía haber aplacado por fin el fogoso y descarado arranque del Cádiz; no del todo, porque los gaditanos no le perdían la cara ni dejaban de intentar jugadas de ataque.

El Madrid se acercaba cada vez más a la portería de Armando; Robinho, Baptista y Roberto Carlos anduvieron muy cerca del gol. Pero en estas que apareció Lizondo Cortés. Primero con un gol anulado a Zidane por un riguroso fuera de juego y después, con un penalti muy claro a Robinho que no pitó.

Todo el mundo recordaba el estreno de Robinho en la Liga española, en Cádiz, aquel día en el que el brasileño deleitó al personal con una espectacular colección de controles, pases, bicicletas y sonrisas. Y cuando más se pareció al Robinho de aquel día y se fue de cuantos defensas salieron a su paso, Lizondo Cortés se tragó el penalti cometido por Benjamín sobre el brasileño.

A balón parado

No cambió el discurso el Cádiz tras el descanso. Estoyanoff y Medina combinaban y atacaban con mucha intención; primero, con una jugada que acabó con una chilena de Medina, y después, ante el delirio de los miles de gaditanos que acompañaron al equipo, la jugada del gol; Estoyanoff por la derecha a Medina que, esta vez, no falló.

Salió Gravesen y entró Cassano, un jugadoir que de un tiempo a esta parte se ha convertido en una suerte de talismán para el equipo blanco. Fue salir el italiano y marcar Roberto Carlos de falta directa. Un misil ante el que Armando nada pudo hacer. Y, al rato, magistral lanzamiento de Beckham que entró por la escuadra izquierda de Armando, incrédulo ante tanto golazo. Eso es lo que tiene la pegada, el talento, la calidad.

Murió el Cádiz con sus ideas, buscó el empate y nunca se acobardó, jamás dio un paso atrás, pero Robinho, que quería celebrar el aniversario de su debut en liga en el Carranza, remató la victoria con un espectacular disparo. "Musha, demasiá pegada pa er Cai".

 
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