Con la vista en el futuro

Llega el Real Madrid a un nuevo clásico con la vista puesta en el futuro, un poco alejado del presente de once puntos de diferencia que mantienen sus anfitriones del sábado. Puede que López Caro tenga la mente puesta únicamente en el partido frente al Barcelona, y los jugadores, casi todos, también, pero el entorno parece centrado en el futuro, en las contrataciones de directores técnicos, entrenadores y futbolistas que sean capaces de acabar por fin con un ciclo negativo que ya dura demasiado.

Los clásicos no admiten la indolencia, no importan las diferencias en la clasificación, siempre asoma la rivalidad histórica, el miedo al dolor que producen las derrotas frente al eterno rival y la motivación que produce la alegría de la posible victoria. Habrá un antes y un después, se parará el tiempo en las oficinas de Chamartín, pero a buen seguro que Fernando Martín, en su primera visita como presidente al palco del Camp Nou, meditará sobre el papel de algunos de sus elegidos para el futuro durante la pasada jornada de la Liga de Campeones.

Entre todos los candidatos en juego en la Champions destacó por encima de todos Cesc Fábregas. Con tan sólo dieciocho años el chico se doctoró en Europa con un partido excepcional frente a la Juventus, un encuentro en el que el joven centrocampista catalán pasó por encima de tipos como Emerson o Vieira y dejó a Fabio Capello con un palmo de narices. Un Capello que, por cierto, quedó en evidencia ante el juego dinámico de Arsene Wenger, otro de los posibles. Ancelotti y su Milán demostraron en Lyon que cuentan para esta edición, que lo tienen todo para llegar hasta la final de París, fantásticos jugadores y gran equilibrio táctico. Adriano, sin embargo, no atraviesa su mejor momento y, aunque marcó un gol ante el Villarreal, no se parece en nada al terremoto que sacudió Europa hace dos temporadas.