¿Quién supera al 'low impact man'?
Un ciudadano belga se ha propuesto <b>reducir su huella ecológica</b> hasta el nivel adecuado para permitir que el planeta se recupere al mismo ritmo que lo explotamos
Es muy posible que el próximo 1 de mayo el belga Steven Vromman haya hecho realidad su proyecto, lo que significará que durante un año no habrá utilizado más de 15 litros de agua al día, habrá consumido menos de 1kwh de electricidad al día y no habrá generado más de 1 kilo de residuos al mes.
Aunque estas cifras no suenan demasiado llamativas, hay que tener en cuenta que cada ciudadano de un país del primer mundo consume al día más de 120 litros de agua corriente (ocho veces más) y 40,3 kwh (40 veces más) y produce 0,71 kilogramos de basura, casi lo que Vromman genera en un mes.
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Este vecino de Gante (oeste de Bélgica), que se hace llamar 'low impact man' (hombre de bajo impacto), se ha propuesto reducir su huella ecológica -la superficie de la tierra necesaria para absorber los residuos y producir los recursos que precisa cada persona- hasta 1,5 hectáreas, el nivel adecuado para permitir que el planeta se recupere al mismo ritmo que lo explotamos.
Muy por debajo de la media
Sin embargo, esta cifra se encuentra muy por debajo de la media belga (5,1) o española (5,7) y aún más lejos de la de países como los Emiratos Árabes, Estados Unidos o Dinamarca, donde la huella asciende a 9,5 hectáreas per cápita, según un estudio del Foro Mundial para la Naturaleza (WWF).
Para lograrlo, Vromman ha decidido prescindir de ''lujos'' cotidianos como la ropa limpia, comer carne o pescado, utilizar champú, ducharse -se lava con agua de la lluvia y jabón- o tirar de la cadena cada vez que utiliza el baño, ya que, según explica, se desperdicia mucha agua potable.
Para evitar este gasto "inútil", Vromman ha instalado un gran bidón debajo del canalón de su tejado, que recoge el agua de la lluvia, y que él mismo reparte en cubos y sube hasta casa cada vez que quiere vaciar su retrete. Felizmente para él, en Bélgica llueve con frecuencia.
Todo de bajo consumo
Su cocina únicamente está equipada con un frigorífico de bajo consumo y placas de gas para calentar la comida, aunque sólo durante los primeros cinco minutos, ya que, generalmente, pasa los alimentos a su 'hooi kist' (que en holandés significa ''caja de heno'') donde los alimentos se siguen cociendo sin necesidad de energía.
Vromman cuenta también con artilugios ecológicos, como un reproductor mp3 que se carga haciendo girar una manivela o una bicicleta estática a la que ha instalado un ingenioso mecanismo, compuesto por una dinamo y una batería, que genera electricidad.
"Aunque ni mucho menos me alcanza para generar lo que consumo cada día, es un buen sistema para que mis hijos aprendan que la energía no cae del cielo: si quieren jugar a algún juego del ordenador un rato, antes tienen que pedalear", explica.
Por un planeta limpio
Vromman, que afirma sentirse más tranquilo y más feliz desde que se embarcó en este proyecto, asegura que nunca ha pensado en tirar la toalla, ni siquiera cuando se levanta por las mañanas en invierno, en una casa en la que, a pesar de estar recubierta con una capa de corcho que actúa como aislante, la temperatura nunca supera los 15 grados.
"Pienso en mis hijos y espero que quede un planeta limpio para ellos dentro de veinte años. Esa es mi motivación", explica.
Al comenzar esta aventura, Vromman pidió una excedencia en su trabajo como asesor medioambiental, pero se reincorporó el pasado noviembre.
La vuelta al trabajo le preocupaba, por temor a no poder mantener baja su huella ecológica, y es que ser un ''hombre de bajo impacto'' conlleva tiempo y esfuerzo.
¿Y después?
No obstante, precisa, ha conseguido compaginar ambas cosas, gracias a que va a trabajar a la ciudad de Lovaina -situada a más de 80 kilómetros de Gante- en tren y una vez en la estación, utiliza su bicicleta plegable (de un tamaño similar a un maletín) para llegar hasta su puesto de trabajo.
Cuando se le pregunta cómo será su vida después del 1 de mayo, cuando acabe su proyecto, Vromman responde con una sonrisa que piensa seguir con un estilo de vida similar, ya que ha adquirido hábitos muy saludables y ha comprobado sus ventajas: es más barato -un 20% menos, según sus cálculos- y se siente mucho mejor consigo mismo.
Con toda seguridad, Vromman celebrará la fiesta que ha prometido a sus allegados cuando consiga su objetivo y podrá, además, sentirse orgulloso, no sólo por haber sido el ciudadano belga con una menor huella ecológica, sino también por haber demostrado que podemos vivir respetando el planeta.