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CRÓNICA

Bagdad, seis años después: "Vivimos rotos por dentro"

Sigue las crónicas de la enviada especial de Cadena SER a Bagdad en CADENASER.com

Badrilla descuelga un cuadro de la pared y recuerda a cada uno de los nueve miembros de su familia que murieron el 29 de abril por el impacto de varios misiles(CARLA FIBLA / CADENA SER)

Badrilla descuelga un cuadro de la pared y recuerda a cada uno de los nueve miembros de su familia que murieron el 29 de abril por el impacto de varios misiles

Medina Sadr, el feudo del imán Muqtadar al Sadr, nieto del clérigo chií Mohamed Sadeq al Sadr, al frente de las milicias del Ejército de al Mahdi que según nos aseguran sus colaboradores han dejado las armas y ahora se dedican únicamente al estudio de las leyes y la jurisprudencia islámica, está sumido en la reconstrucción de su avenida principal en la que sin importar las montañas de basura que se acumulan junto a charcos de agua estancada, los operarios de la alcaldía se esmeran en que crezca el césped.

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Esta zona de la capital vivió hace justo un año un duro enfrentamiento entre las milicias de al Mahdi y el Ejército iraquí apoyado por las tropas estadounidenses que terminó con la vida de muchos civiles.

Junto a los restos de aquella batalla que se libró a la entrada del barrio, que hoy controla la policía nacional, los vecinos intentan resurgir, una vez más, y seguir adelante.

Los caídos en combate

Raha Sai guarda en una bolsa los restos del misil que acabó con la vida de dos de sus hijos. "No hemos recibido ninguna ayuda para reconstruir nuestras casas, los derechos de los caídos en el combate no existen en Iraq", explica rodeado de escombros, tan atento a la conversación como a la orden que le acaba de dar a su hijo para que nos compre unos zumos, porque si algo no ha cambiado en Iraq es la ilimitada hospitalidad de sus habitantes.

"Vivimos en lo peor, desde la época de Saddam los chíies de ciudad Sadr sólo hemos sufrido. El Gobierno no controla la situación", comenta con calma mientras señala a su alrededor y nos pregunta si con lo que tiene se puede reiniciar una vida rota.

Varias calles más allá, donde los bombardeos fueron más intensos encontramos una calle sin asfaltar en la que el pasado 29 de abril murieron 30 personas. Conversamos con Ziam Ali, un vecino cuya casa quedó completamente destruida y que hoy empieza a poner los primeros cimentos después de haber logrado reunir dinero y retirar los escombros. "No hay ayudas del Gobierno para que rehagamos nuestras vidas, con lo que ellos nos dan no se puede construir ni medio metro de altura. La situación no está mejor, la policía nacional entra cuando quiere para hacer redadas indiscriminadas. Nadie está seguro".

Un primer misil de un F-16 impacto en la vivienda, muchas personas quedaron sepultadas y al acudir los vecinos para intentar rescatarles, unos minutos después, cayó otro misil que fue el que provocó la mayor parte de las muertes.

Una mujer vestida con la abaya negra nos pide que entremos en su casa. La seguimos por un pequeño patio abierto, a un lado tiene una habitación mínima que utiliza como tienda de comestibles, en el interior un niño de pocos meses llora sin cesar. Badrilla descuelga un cuadro de la pared y nos lo acerca mientras menciona a cada uno de los nueve miembros de su familia que murieron aquel 29 de abril.

Se limpia los ojos mientras pregunta qué culpa tienen los niños, sus nietos, para haber perdido la vida. Les contempla con ternura, pasando su dedo sobre su rostro como si pudiera tocarles de nuevo. "¿Dónde vamos a ir? Nadie nos protege, estamos cada día expuestos a que nos pueda pasar algo. Mis niños no tienen la culpa de nada. Dios, ¿por qué les han matado?".

Las ayudas que no llegan

Cuando le preguntamos por el Gobierno, vuelve a coger aire para explicarnos casi sin respirar que cada día están pero, que no hay electricidad, las dificultades para acceder a su casa a través del muro que bordea esta inmensa área de Bagdad en la que viven tres millones de personas. "Nos dijeron que nos darían nueve millones de dinares por lo que nos había pasado pero no los hemos recibido porque nos piden un papel, luego nos hacen ir a otra oficina, y así hasta que te cansas y lo dejas estar, porque no nos lo van a dar. Lo que tenemos nos lo han dado los vecinos".

Llega la madre del bebé que no dejaba de llorar y por fin le sostiene en sus brazos para calmarle ante los gritos de enfado de su abuela. Mientras se balancea besando la cabeza de su pequeño, mira la fotografía central del cuadro en la que un hombre saca de los escombros el cadáver de un niño de dos años. Es su hijo. "No hay futuro, no lo hay. Vivimos rotos por dentro. Nosotros solo sobrevivimos: Nos lo han quitado todo, la vida de nuestros hijos".

Inquieta, sin poder despegar la mirada de la imagen de su hijo muerto hace un año, Um Jadiya asegura que le da igual si las tropas estadounidenses se quedan para siempre en Iraq: "No sabemos quien está destrozando el país, si es EEUU, el Gobierno, otros países. Ya no sabemos quién es mejor, ni lo que más nos conviene". Y concluye: "A mis hijos, una niña de 5 años y el bebe de 6 meses, no les puedo transmitir esperanza, sólo les puedo hacer que rueguen a Dios para que nos proteja".

Irak, seis años después

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