El «teke» o «basuco» está de moda en Barcelona y el Baix Llobregat. El precio del gramo es 10 euros, del que se obtienen 4 o 5 dosis. La preocupación se dispara entre la policía y los servicios sociales en Cataluña. Este estupefaciente tiene dos tipos de consumidores. Por una lado, toxicómanos veteranos que, tras estar enganchados a todo tipo de sustancias, optan por el «basuco» debido a su falta de recursos. Por otro lado, el segundo consumidor potencial es el joven, menor y en situación de marginalidad. Los efectos son muy adictivosymuy poco duraderos. «El ladrón de cerebros», como publica El Periódico de Cataluña, es el nombre por con el que algunas madres han bautizado a esta droga que arrasa en todo el mundo, especialmente en barrios suburbiales de Suramérica, por su altísimo grado de adicción y su bajo coste. El precio por cada gramo de «basuco» es de 10 euros del que se obtienen 4 o 5 dosis. Los efectos de esta droga son fácilmente detectables: movimientos espasmódicos de la cabeza, tendencia a la agresividad, euforia o falta de autocontrol en la conducta sexual. Las pupilas se dilatan de forma extrema. «El consumo de basuco generalmente se acompaña con alcohol», comenta Ramón del Moral, monitor en la Clínica de la Asociación Reto a la Esperanza de Vallecas en Madrid. En el 2010, unas 70 personas consumidoras de esta droga han pasado por esta Clínica de régimen interno y gratuito. El Doctor Joan Colom, Subdirector General de Drogodependencia y Sida de la Generalitat de Cataluña, distingue dos perfiles principales entre los consumidores. Por un lado, un subgrupo marginal en áreas periféricas de las grandes ciudades y por otro lado, el más habitual está formado por «personas mayores con una historia larga de consumo de drogas que han tomado todo tipo de ahora aparte de la heroína que había tomado siempre, fuman cocaína en forma de crack o basuco». Eusebio Megías, Director técnico de la Fundacion de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), describe al consumidor como una persona «en procesos de degradación social y personal, que viven en situación de marginalidad, privación económica y vulnerabilidad». Sin embargo, el Doctor Colom destaca que el consumo es muy minoritario en España y está restringido a perfiles muy concretos. Los efectos son «insomnio, disforia, irritabilidad, inestabilidad, además de brotes psicóticos y trastornos mentales graves a más largo plazo».