Raúl le endosa un 'hat trick' al Werder Bremen
El Schalke de Raúl, Jurado y Huntelaar ya carbura. En un partido demasiado fácil, los de Gelsenkirchen le han metido cuatro al Werder Bremen
Raúl ha vuelto. El ex jugador del Real Madrid le ha metido tres tantos al Werder Bremen en el que hasta ahora ha sido su mejor partido desde que juega en la Bundesliga. También ha sido el mejor partido de su equipo en líneas generales.
La Curva Norte del Veltins Arena es un espectáculo visual digno de ver alguna vez en la vida en directo. Siempre hay una bandera de España que se asoma en medio del azul prusia que ondea en un estadio cubierto, donde corren por sus entrañas cinco kilómetros de tuberías que distribuyen cerveza a todas las zonas del recinto.
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Raúl tiró de su catálogo. Resumió todo su manual en los 79 minutos que estuvo en el campo. Deslumbró Raúl con un denominador común en sus tres goles. En todos, él se buscó la vida para mandar el balón a la red.
No fue ninguno de pase o asistencia, sino que en todos Raúl apeló a la intuición del delantero voraz para ganar un metro al rival -en dos de ellos-. O bien a exhibir calidad con su vaselina sutil -el tercero- que dejó petrificado a Tim Wiese. Raúl levantó la pelota con la derecha, su pierna menos buena.
La Bundesliga está feliz con Raúl. Ha elevado el tono de su campeonato. Franz Beckenbauer es el primer admirador del 7 del Schalke. Como comentarista de Sky, Beckenbauer siempre se muestra cortés cada vez que Raúl comparte con él los minutos postpartido en el set que sitúa la televisión a pie de césped.
Y es que Raúl es feliz. Ha encontrado la tranquilidad en la vida y en el fútbol a los 33 años. Una afición que le da alegría y que acude vestida en un 80 por ciento con su camiseta del 7 en Gelsenkirchen.
Raúl celebró su tercer gol con un estilo torero, que seguro dará tiulares en Alemania esta semana. Raúl se ha quitado obligaciones.
Tal es así, que viste con estilo casual. Por primera vez en su vida, lleva la camiseta por fuera. Sin brazalete de capitán, el fútbol puro, lo que ocurre en rectángulo de juego, es su único reto.
Y ahí lo borda. Fue al Schalke porque puso todo su empeño Felix Magath. Como Raúl, Magath era zurdo. Un jugón de finales de los 70 e inicios de los 80, que hizo grande al Hamburgo. Los zurdos son distintos. Se entienden entre ellos.
En cuanto supo que Raúl podía salir de Madrid, apretó el acelerador. El Schalke es un club emergente. Con un estadio de seis estrellas, el único del mundo, cuya visita merece la pena. En medio de un gran bosque, con un hotel Marriot de cinco estrellas en una de las esquinas, Gazprom, Volkswagen y Ergo -una de las compañías de seguros más importantes- mantienen el auge de un club repleto de gente joven y que fichó a demasiados futbolistas a última hora.
El club está de moda en Alemania. Incluso sus jugadores disfrutan al final de los partidos de un restaurante de un cocinero con estrella Michelín.
Magath ve a Raúl como su principal baluarte para remontar el extraño inicio en Liga, pero sobre todo para crecer en la Liga de Campeones. Ahí, confía en su experiencia y su talento.
Especialmente, el miércoles con la visita del Olympique de Lyon.
Raúl está fino. Nunca se entrenó tanto en su vida. Pero todo lo que está viviendo le ha merecido la pena.
Nueva vida, nuevas experiencias. Raúl crece como persona. Y como futbolista ayuda, mientras su familia, cada día que pasa, se asienta un poco más en la cultura alemana.