Internacional
Análisis:

Túnez y su frágil hilo con la democracia

Una pintada en las calles de Túnez pide libertadMARÍA JOSÉ AGEJAS

Túnez lleva un mes bajo ese incendio que, primero fue real -el de un joven que se inmoló como forma de protesta- y desde entonces se ha convertido en un fuego metafórico que busca limpiar al país de 23 años de dictadura corrupta. En la capital miles de personas han vuelto a salir a la calle -en realidad muchos, sobretodo los que vienen de zonas rurales, más que salir han acampado en ella- para dejar claro que la sexta dimisión de un ministro del gobierno provisional no es suficiente

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"Lo que están pidiendo es algo más que lo que ha ocurrido, que no les basta", dice Jesús Nuñez Villaverde. El codirector del IECAH, un instituto de estudios sobre conflicto, acaba de volver de allí. Es uno de los que ha hecho un primer informe, casi de urgencia, para la red Euro-mediterránea de Derechos Humanos y que se ha presentado simultaneamente en Madrid, París y Roma.

Después de entrevistarse con sindicatos, asociaciones, grupos profesionales y embriones de partidos, Villaverde cree que estas semanas son cruciales. Si se consolida la idea de que ya hay un gobierno de transición, puede fracasar una revuelta sin precedentes en el Magreb: "si no hay una disolución del gobierno actual, la movilización no habrá llegado a su objetivo", dice en rueda de prensa en la sede de ACSUR- Las Segovias.

Y ese objetivo es que el país tenga una democracia real, pero también que se disuelva todo el entramado de control de Ben Ali y su familia. Eso incluye gran parte de la policía, que cuadruplica en efectivos al ejército (120.000 frente a 35.000); "Nos preocupa lo que tiene que ver con Interior", sigue Villaverde," porque hablamos de policía política y de las células del partido, presentes en cualquier ámbito de la vida nacional, en cualquier hotel, en la radio, la tele, la orquesta, hay dos millones de militantes en un país de 10 millones".

Dudas sobre los siguientes pasos

El objetivo de la calle es que no pare la movilización. Una de las maneras de hacerlo, que se ha debatido estos días, es la de ir a la huelga general, "pero la UGTT -principal sindicato del país, legalizado por el régimen pero artífice también de la revuelta- está muy dividida sobre si hacerlo o no". Según los autores del informe, se estaría buscando que el bloqueo económico del país fuera del campo hacia la capital y no viceversa.

De momento el ejército ha lanzado señales de apoyo. Ayer por ejemplo el jefe del Ejército, el general Rachid Ammar, dijo a los manifestantes en un acto improvisado que defenderían la revolución y que serían "fieles a la Constitución sin salirse de ella". Pero Villaverde cree que se ha sobredimensionado el papel de una institución pequeña, mal equipada -los tanques que tienen recuerdan a los que el franquismo sacaba a la calle en la España de los sesenta, nos dice- y que "no sabemos si tiene divisiones internas".

Pero tampoco está clara cual es la alternativa política: "nadie pone un nombre sobre la mesa. Dicen que hay que esperar a que surjan dirigentes estas semanas, pero que nos olvidemos de los nombres que conocíamos hasta ahora, son figuras del pasado".

El miedo al factor externo

Muchos tunecinos contaban estos días a periodistas de todo el mundo que de momento ellos solos se han bastado, y que temen el papel que jueguen otros países interfiriendo en su futuro. Un lugar destacado es el de Libia, cuyo dictador es el único que ni ha guardado las formas ni ha dejado de apoyar al huido Ben Ali, del que es amigo personal.

Estados Unidos ha apoyado decididamente al 'pueblo tunecino' y esta semana Obama despachaba a Tunicia a su diplomático de más alto nivel en la zona. Pero qué pasa con Europa. "No se si es peor un mensaje como el del gobierno francés -que ofreció apoyo policial a Ben Ali- o el no-mensaje del gobierno español. Si no ahora, cuando; si con una muestra claramente democrática no les apoyamos, ¿a qué esperamos para respaldarlos?".

 
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